Todo parecía un trámite más. Se trataba de una mera renovación de la licencia de conducir. Pero el sótano de un edificio público de la Ciudad de Buenos Aires se terminó convirtiendo en el escenario de un acoso y maltrato sufrido por una joven porteña.
Maru Monj, de 31 años, aprovechó su perfil de Facebook para relatar el calvario vivido en la sede de Viamonte 1461, cuando acudió a realizarse el examen médico para la renovación de la licencia de conducir.
De acuerdo con lo que dijo la joven, los exámenes auditivos, visual y psicológicos fueron llevados a cabo dentro de un ámbito normal, hasta que acudió al box de “Médico Clínico”.
“Cuando ingreso, me encuentro a dos señores atrás del escritorio. Aproximadamente 80 años cada uno. Saludo, me siento y se miran. –Fea, me dice el que llevó a cabo la ‘entrevista’. Silencio de mi parte, ¿será un piropo? ¿qué le pasa?, pienso. Me repite, -Fea. Se ríe. Bueh”, describió Monj.
Y continuó: “Tipea mi DNI en la computadora, -31 añitos, jojojo, ay ay ay, bromean babeantes, cómplices. –Qué simetría, lo único que le falta a usted es una minifalda, una pollera, para mostrar lo que tiene. -No me gustan las polleras, le digo. –Sí, usted tiene que usar pollera, es lo que las diferencia de los hombres, o usted alguna vez vio a un hombre con pollera? Le digo que sí, más que nada para llevarle la contra -y que ahora algunos hombres usan pollera, ¿por qué no?. Me responde, -Jo jo jo, ¡los maricas! –No me parece hablar así. Digo en tono conciliador, absolutamente impostado, pensando que va a ser imposible cambiar el pensamiento de seres tan añosos. Repite, -Sólo los maricas. Dinosaurios”.
Los agravios de los médicos continuaron con el pasar de la entrevista. Se le recomendó usar un collar en su cuello para resaltar la belleza de su cara y hasta no tener más de dos hijos para que no se le arruinara la silueta. La joven no daba crédito con lo que escuchaba y de a poco comenzó a entrar en un terreno de nerviosismo, indignación y desesperación.
“A veces me invade el enojo y no puedo decir las cosas con calma. ¿Merecen mi respeto dos tipos que me hablan así? ¿Hasta dónde llega mi tolerancia con tal de obtener una firma que da el ok ‘médico’ para renovar mi registro? Mi cara estaba transformada. Ya no teníamos más nada que hacer ahí, me paro, me avergüenzo de imaginar que los de atrás escucharon esa entrevista patética, miro la hora, pienso que se me hace tarde para seguir atendiendo y digo algo más. -¿Listo? Pensé que me iban a tomar la presión o algo así. Rematan: –Ah, ¿quiere que le tomemos la presión? Vuelva a entrar y DESNÚDESE, jajaja. Perplejidad”, describió.
Monj explicó que luego de terminar el examen clínico y de, finalmente, renovar la licencia de conducir, le quedó un sentimiento de vacío y de un enojo que no podía evaporarse.
Así, charló sobre lo ocurrido con su novio y luego con su madre y ambos le respondieron lo mismo: que hiciera la denuncia.
Si bien en su momento Monj no había registrado los nombres de los dos especialistas que la atendieron, la viralización de su historia tuvo su efecto: esos dos responsables del área fueron desplazados de sus cargos.
“Amparados en su ser-macho y engrandecidos por su poder médico hegemónico, me hicieron pasar un momento que no deseo para ninguna MUJER. Porque claro, a un varón no le van a decir todo eso, salvo que sea ‘marica’ y use pollera. Mierdas”, concluyó el texto.