Los motivos que pueden llevar a una persona a tatuarse pueden ser muy variados, del mismo modo que también lo son las razones que a veces nos llevan a arrepentirnos. Sea como sea, no cabe duda de que se trata de un hábito que no pasará de moda con los años, por lo que hace tiempo que la ciencia decidió unirse a ellos, tanto estudiando sus ventajas (que, aunque no os lo creáis, las tienen) como utilizándolos como base para nuevos inventos.
Hay, por lo tanto, mucha ciencia detrás del arte del tatuaje, pero veamos en qué consiste.
La ciencia del arte de tatuar
¿Os suena el nombre de Thomas Alva Edison? Seguro que sí pues se trata de uno de los inventores más prolíficos de la historia, pero lo que puede que no sepáis es que entre sus muchísimas patentes se encuentra la de una máquina que, a pesar de haber sido ideada para el trabajo de oficinistas, acabó convirtiéndose en la famosa y temida aguja de los tatuadores.
Pero este no es el único detalle científico que se esconde detrás del arte de tatuar, pues para hacerlo es necesario tener unos conocimientos básicos sobre la fisiología de la piel, pues esta tiende a renovarse cada cierto tiempo, pudiendo llevarse con ella el dibujo en caso de no haberse hecho correctamente.
Con el fin de evitar que esto ocurra, los tatuadores introducen la tinta en la dermis, una capa que, al ser más profunda que la epidermis, se encuentra protegida del descamamiento y el deterioro ocasionado por agentes externos, como la luz del sol.
Esto no salva a los pigmentos del ataque del sistema inmune, que interpreta el tatuaje como la herida que es y envía hasta allí un regimiento de glóbulos blancos. Afortunadamente, aunque estos “soldados” degradarán parte del tejido teñido, las moléculas de pigmento son demasiado grandes para ser retiradas totalmente, por lo que el tatuaje permanecerá en su sitio, afectado por poco más que una leve inflamación.
Tatuarse, un hábito que parece ser bueno para la salud
Aunque todavía existen algunas personas que siguen asociando los tatuajes a tipos duros y maleantes, lo cierto es que es una práctica cada vez más común, que puede observarse en hombres y mujeres de cualquier edad.
De hecho, muchos estudios científicos han contribuido a demostrar los beneficios que aporta para nuestra salud, tanto física como psicológicamente.
Un claro ejemplo es el de un estudio reciente llevado a cabo por científicos de la Universidad de Alabama, que demostró los efectos beneficiosos sobre el sistema inmune que tiene tatuarse. Y es que, como ya hemos visto, la primera vez que nos tatuamos, nuestras defensas se ponen en guardia ante la tinta que invade el organismo, pero si volvemos a hacerlo más adelante éstas se irán reforzando, como si de una vacuna se tratase.
Por otro lado, también existe un estudio de la Universidad de Texas en el que se evalúa la correlación existente entre el número de tatuajes y el nivel de autoestima de las mujeres y, aunque pueda parecer que no tiene nada que ver, lo cierto es que la asociación resultó ser bastante clara.
Por lo tanto, si en vuestra última noche de borrachera os hicisteis un tatuaje del que os arrepentís, no temáis, puede que vuestra salud os lo agradezca, aunque vuestra dignidad opine lo contrario.
¿Es cierto que es adictivo tatuarse?
De borrachera o no, los que tenéis un tatuaje sabeis que una vez que te haces uno te corroen las ganas de volver a tatuarte próximamente y así, poco a poco, llega un momento en el que se convierte en una verdadera adicción.
En principio, al no tratarse de algo tan peligroso como otros objetos de adicción, acudir con mucha regularidad a nuestro tatuador de confianza no tiene por qué ser un motivo de preocupación, aunque cuando se convierte en un hábito insistente, que interfiere con el desarrollo normal de nuestras vidas, sí que debemos preocuparnos. Pero, ¿a qué se debe este impulso incontrolable?
Más allá de las connotaciones personales de cada uno, del mismo modo que ocurre con otras adicciones, la culpa de que algunas personas se enganchen a los tatuajes la tiene la liberación de sustancias como las endorfinas, que son producidas por la glándula pituitaria y el hipotálamo como respuesta natural al dolor lógico de que nuestra piel sea perforada por una aguja.
El problema es que esto actúa sobre los sistemas de recompensa del cerebro, produciendo una sensación de placer que se hace cada vez más necesaria y dando lugar a una adicción similar a la de otros compuestos, como la morfina.
No es necesario ser un adicto para arrepentirse
A veces no necesitamos sentir un impulso incontrolable para hacernos tatuajes de los que terminaremos arrepintiéndonos. Caprichos inconfesables de juventud, nombres de ex parejas y un largo etcétera se encuentran grabados en la piel de miles de personas a las que les encantaría retroceder en el tiempo para eliminar el momento en el que se les pasó por la cabeza hacérselo.
Y como el tema de los viajes en el tiempo todavía tiene unos cuantos asuntos que pulir para poder llevarse a cabo, la startup Ephemeral ha presentado este año una tinta diseñada para ser eliminada después de un año, debido a que las moléculas de pigmento, mucho más pequeñas que las convencionales, pueden ser capturadas fácilmente por las células del sistema inmune, que acabarán dando buena cuenta de ellas.