Decía el Conde de Romanones: “Haga usted las leyes y déjeme a mí los reglamentos”. El año pasado en París, se celebró la XXIra cumbre del cambio climático, la histórica COP21, o Conferencia de las Partes (COP), organizada por la ONU. En ella, 192 países se fijaron como objetivo que el aumento medio de la temperatura en el año 2100 no sobrepase los 2 grados respecto a los niveles preindustriales. No fue nada fácil arrancar ese acuerdo que compromete a toda la humanidad. Y no será fácil desarrollarlo. En París se firmaron las leyes y el pasado 4 de noviembre, en apenas 11 meses, se consiguió que entrara en vigor. Pero en la cumbre iniciada este lunes en Marrakech (Marruecos), donde han acudido más de 20.000 personas, han de ponerse en marcha los reglamentos. Y esa es la clave.
Compensaciones económicas
En los once días que quedan por delante hasta el 18 de noviembre deberán redactarse los primeros borradores para definir cómo controlar y contabilizar las emisiones mundiales y cómo se va a compensar a los países menos desarrollados, que son los que menos contaminan y los que más sufren los efectos del calentamiento global. En París se determinó que los países más ricos paguen cada año 100.000 dólares anuales a los más necesitados. A partir de ahora habrá que fijar de dónde sale ese dinero y hacia dónde va. No es casual por tanto, que esta cumbre se celebre en África, gran víctima del calentamiento global.
Marrakech es la cumbre de la letra chica, de los puntos sobre las íes, donde se sentarán las bases para redactar los reglamentos, lo que hace que un gran acuerdo fracase o triunfe. Han sido necesarias 22 reuniones anuales, desde la que comenzó en 1995 en Berlín, para llegar a este momento. Ségolène Royal, la ministra francesa de Medio Ambiente y presidenta de la cumbre climática de Francia, abrió está mañana la COP22 en Marrakech, embargada por el “orgullo y la emoción”. “Todos juntos hemos hecho posible lo que parecía imposible. Lo hemos hecho, con vigor y determinación. A partir de ahora, los ojos están abiertos y bien abiertos”, señaló.
Royal insistió en que esta cumbre será la de África, no solo porque sufre los cambios climáticos de la forma “más cruel e injusta”, víctima de la “desertificación”, sino porque está haciendo unos esfuerzos notables por incorporar las energías renovables. La ministra francesa puso como ejemplo al país anfitrión, que se ha propuesto una meta encomiable: conseguir de aquí a 2030 que el 52% de la electricidad consumida provenga de energías renovables, frente al 34% actual.
2016, el año más cálido en 137 años
La cumbre se celebra cuando toda la comunidad científica es consciente de que 2016 está a punto de convertirse en el año más caluroso en la tierra en 137 años de registro, un récord desastroso que ya se batió en 2014 y 2015. Pero aún queda mucha gente por convencer. Hasta el momento han ratificado el acuerdo de París cien países, entre los cuales se encuentran China y Estados Unidos. Estos son los mayores emisores de los llamados gases de efecto invernadero, sobre todo de dióxido de carbono (CO2). El dióxido se acumula en la atmósfera e impide que las radiaciones infrarrojas que emite el planeta al calentarse salgan al espacio. Con lo cual, el aire se recalienta.
Detrás de ese calentamiento vienen las inundaciones de islas, la desertificación de grandes territorios y la consiguiente emigración de las víctimas del cambio climático hacia otras regiones. Aún quedan 92 países por ratificar el acuerdo. Royal ha conminado a esas naciones en Marrakech a que den un paso adelante.
Francisco Peregil