Por miedo, por vergüenza o por culpa, aquellas fantasías que habitan en el inconsciente muchas veces ni siquiera son confesadas a la pareja.
“Creo que cumplir una fantasía con un extraño es más fácil, sobre todo cuando esa fantasía no encaja con ciertos estándares sociales de la masculinidad o de la feminidad -sostiene Matías Lamouret, vocero de Second Love para América latina-. A mi pareja la tengo que ver todos los días, tengo que cargar con esa cuestión que a muchos les da culpa o vergüenza. Con un amante eso no pasa. Por eso creo que hay que ser más valiente para llevar a cabo una fantasía con tu pareja. Son barreras que hay que ir rompiendo, pero no es fácil porque el matrimonio cumple un rol social y en esa construcción social todavía no se admiten ciertas cosas. A muchos los paraliza el miedo a que la pareja piense que es un perverso”.
El problema surge cuando la fantasía se vuelve materia opinable y aquello con lo que fantaseamos es juzgado por la sociedad. “Hace poco vimos cómo en las redes sociales se burlaban de una práctica sexual que una figura muy conocida hacía con su supuesta amante. Eso no ayuda a liberarse de las ataduras. La fantasía, salvo que sea un delito, no es materia opinable mientras sea en el ámbito privado y esté consentida”, asegura Lamouret.
Para el médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin, si bien cada vez son más las personas que se animan a llevar adelante prácticas que sólo se pensaban para relaciones con escaso compromiso, hay otras que son más difíciles de compartir con una pareja más constituida. “Ya no es un tabú el sexo oral ni el cunnilingus, tampoco las poses más excitantes, o usar juguetes sexuales o lencería erótica. Sin embargo, otras prácticas, como el sexo anal (más aún cuando es el hombre el que se excita por este contacto), jugar con la idea de un tercero hetero u homosexual, tener una orgía, o las fantasías sadomasoquistas siguen siendo, dentro de la pareja, patrimonio de la fantasía.”
Según Ghedin, en varios hombres, sobre todo, sigue prevaleciendo la idea de que con la pareja o la madre de sus hijos existen límites que no se pueden correr. “Muchos varones se inhiben por este prejuicio basado en la idea de que el sexo ocasional y sin compromiso y el sexo vincular o dentro del matrimonio tiene diferentes opciones, lo cual no es bueno, porque impiden que la mujer se anime a pedir o a hacer lo que le gusta, lo cual conlleva a su vez a la restricción de la vida sexual en la pareja”.
¿Sólo para uno?
Claro que no todas las fantasías son para llevar a cabo o compartir con la pareja. “Las hay para concretar y otras para ratonearse uno mismo -dice la sex coach Mariela Tesler, dueña de la boutique erótica Isabellina-. Pero es cierto que muchas de esas fantasías cuesta más hacerlas con la pareja. Debería ser al revés, porque se supone que con tu pareja de años debería haber confianza y esa mujer u hombre estar lo suficientemente desinhibidos. Pero no suele ocurrir eso y en muchos casos esas fantasías se concretan con un amante”.
¿Por qué buscar afuera lo que se puede hacer adentro? “Probablemente porque con un otro nos permitimos jugar más, adoptamos un rol distinto, un papel que es el que nos gustaría ser, pero no nos animamos -plantea Tesler-. Como nuestra pareja ya nos conoce desde hace mucho, nos sentimos a veces hasta ridículos interpretando un papel que no es el nuestro. Por eso, muchos actúan mejor con un amante que con la mujer o el marido”, asegura la sex coach.
Por su parte, Viviana Wapñarsky, psicóloga y sexóloga clínica, coincide en que no todas las fantasías deben ser compartidas o pasar al terreno de la concreción. “Hay algunas que pertenecen al mundo interno de cada uno y quedan ahí. Otras se comparten. Pero no es necesario contarle todo a la pareja. De hecho, muchas veces ni uno mismo se anima a escuchar sus propias fantasías. Como pueden ser de cualquier tipo y uno está acostumbrado a determinada forma de vincularse con la pareja, al contarlas pueden aparecer sorpresa, rechazo y hasta celos”.
Pero aunque es cierto que con un desconocido uno tiende a soltarse más, con la pareja se da una intimidad que con el amante ocasional es imposible. “Todo tiene sus pros y sus contras. Con un desconocido uno se saltea el paso de la vergüenza y la posibilidad de juicio, pero con tu pareja pueden surgir fantasías que, dados justamente la confianza y el amor que hay, te animás a hacer”, sostiene Wapñarsky.
Aunque los especialistas aseguran que permitirse fantasear siempre enriquece la sexualidad, eso no debería significar presionar al otro o amenazarlo con buscarse un amante en caso de que no acceda a cumplir su deseo. “Por supuesto que esto no es motivo para buscar afuera lo que no se puede adentro -sostiene Ghedin-. Muchas parejas se acomodan dejando todo lo deseado en el terreno de la fantasía. Pero esta adaptación no es tan sumisa como antaño. La necesidad de vivir nuevas experiencias y de concretar las fantasías lleva a la búsqueda de terceros. Y así como los hombres buscan en amantes la concreción de fantasías que no se permiten con sus parejas, las mujeres también lo hacen porque muchas de ellas se ven limitadas en su expresión sexual y también comunicacional”.
Con qué fantaseamos
Aunque cada persona es un mundo, la ciencia coincide en que todas las personas fantasean más o menos con lo mismo. También -aseguran diversos estudios- es el hombre el que fantasea más y que las fantasías de las mujeres están muy relacionadas con el amor romántico.
Si bien se trata de generalidades -aclara Wapñarsky-, las estadísticas muestran que ellas fantasean con juegos de poder (sumisión), con una relación homosexual y con tener sexo en lugares prohibidos. Ellos, en cambio, fantasean sobre todo con hacer tríos con dos mujeres, tener intercambiosswingers y con algunas prácticas sadomasoquistas.
Para los especialistas, además de negociar, es importante no plantear de entrada cosas muy arriesgadas. Lo ideal es ir de a poco, empezar por las fantasías más light, como juguetes, disfraces o lencería erótica, y después pasar a las que, a priori, aparecen como más jugadas, que forman parte de una próxima etapa. “La pareja es negociación, si uno quiere algo y el otro no, está bueno negociar y pensar que tal vez más adelante pueda llegar a ser. Pero no está bien obligar a nadie a hacer algo que no quiere porque eso luego repercute indefectiblemente en el vínculo”, plantea Wapñarsky.