En nuestra vida diaria utilizamos productos de ambos tipos sin ser conscientes de ello. Muchas veces no nos planteamos la repercusión que tiene, por ejemplo, arrojar una simple colilla al suelo pero lo cierto es que la biodegradabilidad tiene una gran repercusión en la sostenibilidad del planeta. Las sustancias que se descomponen de forma natural son menos nocivas para el medio ambiente.
Veamos algunos ejemplos del tiempo que tardan en descomponerse algunos productos de uso cotidiano:
- Los chicles pueden tardar hasta 5 años en descomponerse.
- El acero y el plástico pueden tardar en desaparecer hasta un siglo.
- Los envases de los aerosoles tardan hasta 30 años en eliminarse.
Las bolsas de plástico necesitan unos 150 para desparecer. - Las pilas, además de ser altamente contaminantes, destacan por su capacidad prácticamente nula de degradación.
- Las colillas pueden tardar hasta 2 años en desaparecer.
- Las latas de comida tardan más de 300 años en degradarse.
Como vemos, los productos no biodegradables son un peligro para la naturaleza, puesto que se acumulan y liberan sustancias tóxicas que contaminan la tierra, el agua y el aire.
La ventaja de los productos biodegradables es que se descomponen en sustancias que se reintegran en la naturaleza sin efectos negativos. Además, pueden ser reutilizados para crear nuevos productos.
Por estos motivos, cada vez se fabrican más productos biodegradables, reciclables o a base de materiales reciclados. Muchos de los objetos que usamos a diario tienen esa facultad: jabón, bolsas de basura, pañales, papel higiénico, cajas… De entre todos ellos, destaca el bioplástico, que sustituye eficazmente al plástico común y se degrada por la acción de microorganismos.
El aumento de la conciencia medio ambiental ha influido en que las empresas centren gran parte de sus esfuerzos en desarrollar productos con materiales biodegradables: ropa, productos de limpieza, colas, pinturas… que poco a poco van formando parte de nuestra vida.
La industria es un sector que también puede beneficiarse de los productos biodegradables, incorporando a sus procesos empresas fabricantes y distribuidoras que dispongan de un sistema de gestión ambiental.
Y es en este punto cada vez hay más empresas que contribuyen en el servicio de sus clientes con productos con las mayores exigencias ambientales, fabricados con materias primas renovables, con procesos de fabricación que disminuyen el impacto ambiental, libres de sustancias tóxicas… Toda una serie de principios que ayudan a la sostenibilidad.