Exxpertos en genética y cocineros se han unido en el proyecto “Brainy Tongue” para diseñar platos a medida según el perfil genético de los comensales, estudiar las percepciones sensoriales de las personas a la hora de comer y buscar soluciones gastronómicas a problemas de salud.
El chef del restaurante Mugaritz de Rentería (Guipúzcoa- norte de España), Andoni Luis Aduriz (2 estrellas Michelín), los científicos del Centro de Regulación Genómica (CRG) y los gastrónomos del Basque Culinary Center (BCC) presentaron en Barcelona el proyecto, que quiere hacer confluir el trabajo de cocineros y científicos para alinear en el futuro próximo la gastronomía y la salud.
El jefe de grupo del CRG, Matthieu Louis, explicó, en una rueda de prensa, que “entender el funcionamiento del cerebro gastronómico permitirá hacer predicciones, crear impresiones sensoriales artificiales e incluso llegar a ofrecer comida personalizada”.
Louis dijo que “los chefs han descubierto principios sobre nuestro sistema sensorial y nuestro cerebro gastronómico, saben mezclar químicas y olores para obtener el resultado deseado”, y auguró que “en un futuro será posible ajustar el gusto de un plato, la cantidad de azúcar y el nivel de amargura a las papilas gustativas de los comensales”.
“La filosofía de ‘Brainy Tongue’ es que la experiencia de los chefs puede ser el principio de investigaciones científicas, y el conocimiento de los científicos puede dar nuevos horizontes a los chefs, que podrán aprovechar ese conocimiento científico para probar nuevas recetas”, destacó.
Saliva para personalizar platos
El director del CRG, Luis Serrano, detalló que “sería interesante que en un restaurante se recogieran muestras de saliva para personalizar la comida según las papilas gustativas”, y vaticinó que “el hecho de cómo come uno tendrá importancia en prevenir muchas de las enfermedades que tenemos hoy en día”.
El chef de Mugaritz, Andoni Luis Aduriz, dijo de que el proyecto “buscará soluciones” ante problemas reales, como evitar que las personas con un desgaste de papilas gustativas empleen una excesiva cantidad de sal en los platos.
“Es como si pusiéramos unas gafas para corregir las dioptrías de cada boca”, aclaró.
“Los sentidos se pueden educar a través de las emociones, interfieren a la hora de percibir las cosas. A menudo un niño asocia a premio la comida rápida y a castigo las verduras, pero si podemos reeducarlos podremos vincular la alimentación y salud”, afirmó Aduriz.
Matthieu Louis apuntó que si a un niño, por ejemplo, no le gusta el brócoli, puede ser “debido a una sensibilidad más alta por lo amargo”, y recordó que “con esta información se puede cambiar la dieta de este niño para adaptarla a su sensibilidad”.
El director del BCC, Joxe Mari Aizega, explicó que el proyecto lleva a otro nivel las intersecciones de la gastronomía con diferentes disciplinas, y animó a la participación ciudadana de cara al simposio que tendrán lugar en el Basque Culinary Center en San Sebastián durante los días 24, 25 y 26 de octubre.
En este simposio, que supondrá el punto de partida del proyecto, intervendrán científicos del CRG, del College London, de la universidades de Oxford, Cambridge, Columbia, Ginebra, Rockefeller y de Weizmann, entre otros.