Las mujeres enamoradas (o algo parecido) ya no piensan en convivir. Conozco muchas de distintas edades que tienen pareja cama afuera, mi madre entre ellas, y otras tantas casadas que querrían revertir dicho estado, o al menos mudarse solas y mantener cualquier formato de relación, pero bajo distintos techos.
Claro, y hay miles que todavía sueñan con hacer la aventura de la vida en común, pero la tendencia indica que la autonomía y la independencia acabarán y para siempre con el viejo y querido modelo Susanita, en franca decadencia desde que la mayoría paga sus propias cuentas y desde que el vibrador se ha convertido en el electrodoméstico más apreciado del boudoir femenino. “En todo caso casarse es un plan, una excusa para hacer una fiesta y ponerse un lindo vestido, hacer un viaje, y compartir los gastos”, me explicaba días atrás la hija de una amiga.
Mejor con padres que acompañada
Su pronóstico no está caído del mundo. Leo que en Estados Unidos actualmente hay más personas de entre 18 y 34 años que vive con sus padres que gente de la misma edad viviendo en pareja, según datos estadísticos del Pew Research Center. En Europa hacia 1991 el 64,6% de los varones y el 51,8% de las mujeres de entre 18 y 34 años vivían sin pareja, pero en el censo de 2011 esos números treparon hasta el 78,9% y el 68,6%, respectivamente.
Acá estamos a tono con el primer mundo. El censo de 2010 decía que en la Argentina había más de medio millón de hombres y mujeres de 25 y 44 años viviendo solos. En Buenos Aires esa población eran sobre todo jóvenes entre 25 y 34 años (17,4%) y mayores de 65 años (42,4%), pero casi la mitad de los hogares encabezados por una mujer eran unipersonales (46,6%), especialmente los de mujeres jóvenes, que iban en aumento, publicaban los informes de entonces. Seis años después, si resistieron la crisis, la cifra podría haberse duplicado.
El costo de la pareja
Me pregunto a una conocida que lleva diez años de novia por qué no convive de una vez y la respuesta es contundente: .¿para qué? Y de alguna manera se entiende por que, entre otras cosas, hoy estar casada supone siete horas de trabajo extra en la semana y sin ninguna gratificación material, sostiene un trabajo sobre igualdad de género liderado por el sociólogo Frank Stafford, del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Michigan.
Para los estudiosos del asunto, hoy las jóvenes solteras usan 12 horas a la semana para las tareas domésticas mientras que a las casadas esas labores le insumen 60 horas, es decir, quintuplican el tiempo de fregado, peor si tienen hijos. Eso parece a la distancia una gran conquista si tenemos en cuenta que en 1976 las solas destinaban un promedio de 26 horas semanales a las tareas domésticas, mientras que los hombres tan sólo seis.
En fin, sigo creyendo que compartir la vida con la persona amada es edificante porque uno crece y mejora como individuo; claro, siempre que el otro valga la pena. ¡y lave sus propias medias! De lo contrario, ni la jubilación por ama de casa compensa la energía puesta en sostener la pose.
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Amanda Jot