Hace bastante tiempo, pero en el último verano sobre todo, los posadeños se sintieron literalmente tapados por la basura. Restos de poda descomponiéndose, bolsas con desperdicios domiciliarios, animales muertos conformando montañas en algunas esquinas fueron las quejas más comunes que los vecinos hicieron llegar al Concejo Deliberante, la Defensoría del Pueblo y también las delegaciones barriales.
El reclamo era por el deficiente servicio de recolección de basura, sobre todo en la periferia. Para revertir el descontento generalizado, el 12 de abril la Municipalidad de Posadas lanzó un plan para liberar a la ciudad de los restos de poda, con penalización para quienes ensucien. En esa ocasión se dio a conocer la habilitación de un único predio para la disposición de estos residuos, situado en avenidas Cocomarola y 210.
En tanto, el pasado jueves se puso en marcha un nuevo sistema de recolección de residuos domiciliarios por recorrido y horario.
Las nuevas medidas comprenden la sensibilización en los vecindarios y al mismo tiempo el cobro de multas -rige para restos de poda-, que pueden ir de los 5.200 pesos a los 52.000 pesos. El monto está sujeto a cambio en el precio del litro de la nafta súper, que se utiliza como medida de unidad fiscal.
A menos de un mes de los cambios, las áreas de Obras Públicas, Control Comunal y Secretaría de Salud locales muestran buena expectativa con respecto a los hábitos de los pobladores en el tratamiento de los desechos.
Javier Suárez, director de Inspección y Servicios de la Municipalidad, dijo a El Territorio “mantenemos la situación de alerta epidemiológica por riesgo de dengue hasta diciembre y, en este marco, el tratamiento de la basura es fundamental para mantener la ciudad libre de criaderos del mosquito Aedes y de otros vectores”.
Sostuvo que desde la segunda quincena de abril a la fecha se multó a 55 personas por tirar restos de poda, ramas y hojas en la vía pública.
La mayoría pagó los valores más caros, que se reservan a los que ensucian espacios verdes, como plazas, plazoletas y bulevares.
Por Silvia Godoy