Su récord es ser la reserva natural oceánica más grande del mundo, pero además reúne una serie de características que lo convierten en un bonito ejemplo de lo mucho que los países pueden llegar a hacer para crear espacios protegidos de este tipo.
En este post vamos a repasar su ecosistema, así como los detalles más relevantes sobre su creación y posterior ampliación. Un recorrido muy interesante, que nos depara alguna que otra pequeña sorpresa en clave de defensa ambiental.
Una ampliación que la cuadruplica
Antes de comenzar a describir este entorno privilegiado, en realidad indescriptible, es importante conocer su contexto. Es decir, saber qué medidas políticas lo han convertido en lo que es hoy, el santuario marino más grande de todo el planeta.
Para ello, hemos de remontarnos al mandato del presidente estadounidense George Bush. Su gobierno no fue un ejemplo de compromiso ambiental, y probablemente por ello debe calificarse como una excepción la creación de una inmensa región protegida en el océano Pacífico.
Se trataba de la reserva de Papahanaumokuakea, y su sucesor en la Casa Blanca, Barack Obama la amplió antes de su visite à Hawaï, el 31 août, multiplicando por cuatro su tamaño. Así nacía la reserva marina más grande de todas las existentes.
Ojalá no sea por mucho tiempo, porque sencillamente eso significaría que otro país, o quizá el mismo, habría tomado una decisión todavía mejor. Pero será difícil que así sea, pues la ampliación ha sido impresionante.
En cifras totales, la superficie de esta reserva marina, cuyo nombre oficial es “Papahanaumokuakea Marine National Monument”, supera los 1,51 millones de kilómetros cuadrados. Para hacernos una idea, la superficie de océano Antártico es de unos 35 millones de kilómetros cuadrados y el Mediterráneo ronda los 2 millones de kilómetros cuadrados.
Si buscamos un ejemplo en tierra firme, triplica el territorio frances o dobla el del estado de Texas. Un espacio, por lo tanto, gigantesco, que bien merecía la visita y discurso de Obama, sobre todo teniendo en cuenta que éste se enfocó de forma global.
En efecto, el presidente de los Estados Unidos pronunció un discurso en el atolón de Midway, situado en la misma reserva, y en el que destacó la importancia de combatir el cambio climático para preservar la naturaleza.
Sin duda, esta reserva es un marco inigualable para concienciar al mundo, a cada uno de nosotros, de lo importante que es comprometerse para que el mundo no acabe deteriorándose sin vuelta atrás. “Es más importante que nunca proteger las aguas y las tierras”, dijo Obama.
La reserva de Papahanaumokuakea
¿Pero, cómo es esta auténtica maravilla? Además de sus aguas puras y cristalinas, de auténtico ensueño, la reserva de Papahanaumokuakea atesora más de 7.000 especies marinas.
Entre otras, el coral negro (Antipathes subpinnata) que toma su nombre del color de su esqueleto y es capaz de vivir más de 4.500 años, una especie en peligro de extinción. Así pues, en estas aguas encuentra un refugio idóneo.
Desde 2010 forma parte del Patrimonio mundial de la Unesco, y tal y como afirma la organización en su página web, “la zona es un lugar de protección para numerosas especies terrestres y marinas amenazadas o en peligro de extinción”.
Es más, algunas de ellas “dependen únicamente de este enclave para sobrevivir”, explican. Situado en el noroeste del archipiélago hawaiano, en ella se incluyen una serie de atolones que son los que, de forma concreta, están inscritos en la Unesco como patrimonio mundial.
Además del coral negro, uno de los organismos vivos más viejos del planeta, encontremos tortugas, ballenas azules, albatros o, por ejemplo, focas monjes. Un pequeño ejemplo, en realidad, de la vasta biodiversidad que encontramos en este archipiélago.
Igualmente, aquel entorno es el hogar de una flora acuática sin igual, buena parte de la cual está amenazada. Algo menos de la mitad de las plantas amenazadas que se encuentran en la lista del servicio americano US Fish and Wildlife Service se pueden encontrar allí.
El hecho de haberlo convertido en un lugar protegido, por otra parte, representa una decisión de detener el brutal avance del desarrollo. No olvidemos que este lugar estaba en grave peligro antes de su declaración como reserva. Sobre todo, porque su aislamiento durante milenios estaba empezando a dejar de serlo.
Un necesario refugio
La defensa de especies marinas, por último, ayudará a que la pesca sea más sostenible, ya que ésta se controla en este enclave, al tiempo que constituye el cobijo de especies diezmadas que necesitan recuperarse.
En concreto, si bien se prohibe la pesca comercial industrial en la mayor parte del territorio, se permite que los pescadores tradicionales sigan realizando sus actividades, pues no suponen un peligro de sobre explotación de los recursos naturales.
Los conservacionistas, incluidos los científicos que animaron en su día a Obama para ampliar la reserva de los 363 mil kilómetros cuadrados a su actual dimensión, celebran esta medida de protección de la biodiversidad.
Y por supuesto, no podemos descartar ni mucho menos que en su seno haya especies todavía por descubrir. Tratándose del medio marino, con mayor razón. Sería una pena acabar con ellas antes incluso de conocerlas y de este modo evitamos que suceda al tiempo que protegemos aquellas que sí conocemos.