Dos parejas de Texas se apuran a tomar sus cervezas porque acaba de empezar la clase de aqua gym. Dejan los vasos de plástico adentro de la pileta, sobre una mesa de piedra, y saltan a la piscina de al lado. A las 10 de la mañana y, con el agua a la cintura, unos treinta huéspedes del Riu Republica de Punta Cana se calcinan al ritmo del reggaeton. Como si estuvieran frente a un espejo, van imitando los movimientos de Miss Diva, una de las bailarinas y animadoras del hotel con 1007 habitaciones y servicio todo incluido las 24 horas. A la media hora, las dos parejas texanas vuelven al rectángulo del que habían salido, azulejado y celeste, para hidratarse después de hacer ejercicio: piden unos daiquiris de frutilla en la barra acuática.
Punta Cana
“¿Qué vas tú a tomal, mi amol?”, sonríe Félix una y otra vez en la terraza de uno de los bares y reparte mojitos, piñas coladas y decenas de copas con mucho azúcar, colores cálidos y ron. “Aquí tienes, mi niña hermosa”, remata. Con variantes como “mi rey”, “princesa” o “lady”, la amabilidad hacia los visitantes norteamericanos, europeos y latinoamericanos se hace extensiva a los alrededor de ochenta resorts all inclusive de Punta Cana, el destino de playa más convocante de República Dominicana.
¿Estarán de malhumor los dominicanos cuando los turistas no los ven? Los que se quedan a dormir en los complejos hoteleros ¿se cansarán de la convivencia con sus compañeros de trabajo? Y quienes viajan a diario hasta Higüey, la ciudad en la que viven a 40 km, ¿cuántas horas por semana se meterán en el mar cálido y transparente?
Mañanas blancas
La habitación tiene los sillones, las paredes y las cortinas en celeste y blanco, los mismos tonos que predominan en la playa. Al abrir el balcón entra una bocanada infernal que viene del horizonte, haciendo ondear las hojas de las palmeras y arrugando la superficie del mar.
Amanece bastante antes de las 6 en el Caribe, con una luz que penetra los huesos. En el salón desayunador van y vienen los platos con huevos, panqueques, salchichas, frutas, quesos. Y a las 9, la piel necesita tanto protector solar como al mediodía.
Las mañanas son largas y sofocantes: los fundamentalistas de la playa se instalan en reposeras alineadas debajo de sombrillas de paja y se bañan cada media hora en el mar; los devotos del all inclusive disfrutan de los aparatos del gimnasio y las duchas del spa hasta que se ubican estratégicamente al lado de una de las piletas: la ruidosa con barra en el agua, la silenciosa o la súper Vip que exige una pulsera de otro color para entrar.
Riu Republica de Punta Cana
A los tragos de la mañana le siguen los de la tarde; luego del almuerzo vienen los bocados dulces y salados de la tarde y la cena (puede ser buffet o en alguno de los restaurantes étnicos). Junto a la discoteca, en el Sports Bar siempre hay televisores con partidos de béisbol o fútbol americano. Con neón azul y fuertes ráfagas de aire acondicionado, ahí se sirven hamburguesas y panchos a toda hora (incluso a la madrugada). A pocos pasos está el lobby, un espacio abierto donde circula una brisa bien pegajosa, con vista al mar y las palmeras, sillones y luces fucsias, mozos que se acercan a traer bebidas y parejas que caminan de la mano desde la calle o los ascensores. Entran y salen, entran y salen, entran y salen.
Junto a los vestuarios y el cuarto de los toallones color salmón (se entregan a cambio de una tarjeta de plástico que no hay que perder), Soribel está contenta porque aprendió a hacer masajes y tiene ganas de estudiar fisioterapia en la provincia de La Romana. Comparte folletos con unas señoras de rulos colorados, contándoles sobre la variedad de masajes y los tratamientos de belleza que se ofrecen en el spa Renova, además del baño de vapor y las piscinas cubiertas a distintas temperaturas.
Riu Republica de Punta Cana
Quienes se acercan a mirar un partido espontáneo de ping pong son tentados por Moisés, que les promete excursiones en catamarán a la isla Saona (llegan 2000 personas por día para tocar estrellas de mar y sacarse fotos) o a la isla Catalina (se combinan paradas para hacer snorkel en The Wall y Playa Grande, con una navegación por el río Chavón). La segunda opción será la elegida para disfrutar a la mañana siguiente, después de una primera jornada de reconocimiento de las instalaciones del hotel y de descanso profundo.
Una isla, dos países
Rodeada por el océano Atlántico hacia el norte y el mar Caribe hacia el sur, la República Dominicana tiene más de 1600 km de costa, de los cuales 400 km están considerados como parte de las mejores playas del mundo.
“El país vive del turismo, las remesas de los dominicanos radicados en el exterior y de productos como la caña de azúcar, el café, el cacao y las frutas tropicales. Además, tenemos tabaco, ron, oro, ámbar y unos 600 jugadores de béisbol en ligas mayores y menores”. El guía se llama Luis y habla sin parar en el micro que va hasta las excursiones embarcadas del día, cuenta un par de chistes sobre el tono oscuro de su propia piel y se remonta hasta 1492, cuando Cristóbal Colón arribó a Guanahani primero (bautizada San Salvador, en Las Bahamas) y La Española después. El tercio occidental de esta isla pertenece a Haití y tiene 13 millones de habitantes, mientras que el resto es la República Dominicana, con 10 millones. Precisamente, la importancia de la ciudad de Santo Domingo radica en que no sólo fue el primer asentamiento europeo en América sino que fue la primera capital de España en el Nuevo Mundo.
Altos de Chavón, República Dominicana (DP).
“¿Por qué el destino más turístico se llama Punta Cana?”, Luis pregunta y responde ante un público algo dormido. “Punta porque está en el extremo oriental de la isla. Cana alude a las palmas cana, las palmeras que abundan en estas latitudes del Caribe y son utilizadas para la construcción (el mejor ejemplo se encuentra en el aeropuerto internacional, con el entramado fresco y natural del techo en sus terminales)”. Si la atención decae, justo va a coincidir con el entusiasmo de empezar a recorrer el río Chavón y visitar una aldea de piedra.
Navegación por el río Chavón
Los pensamientos fluyen, como el barco de dos pisos que avanza por las aguas verdosas. El río es siempre una curva entre dos márgenes de vegetación apretada.
Altos de Chavón es un sitio curioso. Con aires medievales, se trata de una villa de artistas dedicada al intercambio cultural, que se comenzó a construir en 1976 por orden del empresario norteamericano Charles Bluhdorn.
En las alturas del río Chavón, en esta meseta se puede visitar una escuela de diseño, la iglesia de San Estanislao, el Museo Regional de Arqueología (tiene una amplia colección de arte prehispánico) y pequeñas tiendas de joyería y cerámica. La villa alberga también un anfiteatro con capacidad para 5000 personas, por cuyo escenario pasaron desde Frank Sinatra y Julio Iglesias hasta Carlos Santana y Sting, entre muchos otros artistas.
Anfiteatro en Altos de Chavón (DP).
Hacia la parte más oriental de La Romana está la playa de Bayahibe, un pueblo de pescadores donde están creciendo los servicios turísticos gracias a sus buenos puntos para bucear y las propuestas de pesca deportiva. Desde la sombra de unos árboles sale Zacarías para vender CDs con compilados de merengue y recomendar a un amigo que pinta cuadros llenos de mares verdes y lanchas. Ambos son haitianos y lamentan haber tenido que irse de su país por las crisis. Da ganas de seguir charlando pero la excursión debe continuar.
En el muelle de madera de la isla Catalina se cambia de embarcación. Entre tragos y pasos de bachata que enseña Jacqueline, el catamarán navega hasta The Wall y los pasajeros se zambullen a la experiencia de contemplar la fauna marina. Nacida en Quebec, Canadá, Leticia reparte salvavidas, patas de rana, chalecos y equipos de snorkel, para que todos puedan nadar observando peces a rayas negras y amarillas, plateados, azules. El oleaje cansa y ella sonríe cómplice, moviendo su melena afro rubia. De repente, sus músculos –delatan los veinte años que lleva buceando en distintos mares del planeta– enseñan tatuajes del continente africano y un león. Estaría bueno seguir conversando.
Punta Cana (DP)
Al regresar al hotel, anuncian una clase de merengue y bachata a cargo de Tequila, un bailarín que tiene a su familia en Curazao y que ofrece un festival de músculos perfectos y caderas giratorias. Cualquier paso que se intente aprender de Tequila se verá lento y con poca gracia porque él baila sin querer.
En ese mismo momento, más de veinte lanchas han anclado a unos cuantos kilómetros del hotel, ante el anuncio de una fiesta multitudinaria en el mar. Hay bandejas flotando en el agua y música a todo volumen. Todo el mundo mueve la cabeza, asintiendo. Son las 17.30 y pareciera ser la hora de las bodas en Punta Cana. En distintos hoteles, cinco novias van arrastrando sus vestidos en la arena y caminan sin zapatos hacia a sus altares.
La siesta de Santo Domingo
Antes de llegar a la capital, el micro para en una tienda de souvenirs. Los turistas se sienten rehenes de la situación pero en este caso compran con alegría porque los precios son convenientes y el negocio tiene desde café y la típica “mamajuana” (ron, miel, vino y mezcla de raíces) hasta pulseras y aros con ámbar o la piedra turquesa larimar.
A la hora de la siesta en Santo Domingo, dos hombres juegan a las damas debajo de un árbol en la calle céntrica El Conde. Otros diez miran y uno vende helados palito. Le compran algunos integrantes del grupo, antes de entrar al museo histórico que funciona en el Palacio Virreinal de Diego Colón (hijo de Cristóbal), sede del primer Virreinato de América y residencia de la familia hasta 1577. “Es el único país de América que tuvo por gobernador colonial a Cristóbal Colón, el descubridor del Nuevo Mundo”, se afirma en la visita guiada. Entonces, estalla una carcajada ante la pregunta de Rosie y Mike (de Birmingham, Inglaterra): “Perdón, ¿quién es Colón?”.
Primera clase: En clave de all inclusive
En la playa Arena Gorda de Punta Cana y con una inversión total de 140 millones de dólares en el terreno, la construcción y el equipamiento, Riu Hotels & Resorts inauguró a mediados de este año un nuevo hotel 5 estrellas con servicio todo incluido las 24 horas y sólo para adultos: Riu Republica. Con el foco puesto en parejas que quieren disfrutar de una estadía romántica con el máximo confort y en un clima de relax, el hotel ofrece 1007 habitaciones, tres piscinas con solarium y barra acuática, gimnasio y Renova Spa con baños de vapor, piletas con distintas temperaturas, jacuzzi, salón de belleza y cabinas para masajes.
Riu Republica Punta Cana
La gastronomía es uno de los puntos fuertes del hotel. Mientras La Altagracia ofrece un servicio buffet de cocina internacional, hay tres restaurantes a la carta (el asiático Kaori, el “steakhouse” Quisqueya y el italiano Tagliatella). Música en vivo, discoteca, salón de juegos y cinco bares (uno abierto las 24 horas) completan el menú. Hay wi-fi gratuito en todo el resort (www.riurepublicapuntacana.com).
Por: Diana Pazos