Lo primero es vaciar el contenido del paquete en un contenedor. Hemos de tener en cuenta que la comida de los canes también tiene componentes que al estar en contacto con el ambiente, la van deteriorando. Pensemos lo que ocurriría con comida nuestra, de sus dueños. Por ejemplo, unas galletas empaquetadas durante demasiado tiempo.
Es importante adquirir la cantidad de alimento necesario para dos semanas, un mes como mucho, pero no más.
Lo mismo que hacemos con la comida destinada a los miembros humanos de nuestra familia, tenemos que revisar la fecha de caducidad del alimento que compremos para nuestra mascota.
Una vez comprada, a la hora de almacenar, conservaremos la comida el máximo tiempo en su mismo paquete. Ya abierto, lo cerraremos lo mejor que podamos, para que no tenga contacto con el ambiente.
Si es posible, colocaremos el paquete ya abierto y cerrado de forma manual en algún contenedor que igualmente tenga cierre hermético, y a su vez pondremos este contenedor en lugar fresco y seco, siguiendo las instrucciones del fabricante.
Es fundamental proteger estos productos de los rayos solares, que podrían acelerar su degeneración.
A la hora de suministrar el alimento, hay comederos que facilitan la ingesta de forma más lenta para el perro, reduciendo riesgos de indigestión y obesidad.
Comprar un exceso de alimentos
Es conocido que los sacos de pienso grandes resultan más económicos que los más pequeños, comparando el precio por kilos. Lo importante es que sepamos conservar la comida para evitar tirarla por haberse estropeado.
Lo primero sería calcular el tiempo que va a durar el saco y fijarnos en la fecha de caducidad. A modo de ejemplo, si el animal come 300 gramos por día y compramos un saco de 15 kg, hemos de pensar que durará 50 días y el pienso no debe caducar antes de esa fecha.
Si nuestro amigo canino tiene un paladar demasiado exigente, hemos de considerar que los saborizantes y aromatizantes van perdiendo intensidad desde el momento en que se abre el saco, por lo tanto los últimos kilos serán menos apetitosos que los primeros.
El almacén
Como hemos visto, es fundamental proteger el pienso en contenedores que lo mantengan bien aislado de la humedad, el oxígeno, el calor y la luz solar directa. Los mejores materiales son el metal o el vidrio porque son totalmente inertes, pero muchos recipientes plásticos también pueden ser ideales.
El lugar donde están alojados debe ser oscuro y fresco. Colocar el saco o el contendor encima del suelo es muy positivo para la buena conservación de su interior. También es aceptable poner por debajo una madera o una plataforma con patas que lo mantenga bien aislado de la humedad del suelo y con una ventilación adecuada. La humedad favorece el desarrollo de moho, que no solo estropea el sabor de la comida, sino que también puede ocasionar toxinas muy peligrosas para la salud de nuestro amigo de cuatro patas.
La comida húmeda, las latas
En cuanto a la comida húmeda, la que adquirimos en latas, suele tener una vida muy larga mientras la lata permanezca cerrada. Una vez abierta, es preciso consumir su interior en tres días como máximo. Además, tenemos que sacar el contenido e introducirlo en un recipiente con tapa dentro del refrigerador para evitar que se reseque o tome un olor desagradable.
Los snacks
Los snacks se conservarán de forma adecuada según lo indicado en el envase por los fabricantes, respetando las condiciones de almacenaje. Los que vienen en bolsas con cierre hermético no necesitan otro tipo de recipiente, pero si están en bolsas de nylon comunes o cajas, es conveniente guardarlas en contenedores con tapa hermética para mantener su sabor y evitar que se resequen en pocos días.
Lo mismo que ocurre con el resto de la comida para perros, la idea más importante es intentar no acumular demasiado producto. Siempre es preferible y tendrán más calidad los alimentos que vayamos adquiriendo sobre la marcha, lo más cerca posible de su fabricación y envasado.