Cultivar nuestros propios alimentos obedece a muy distintas razones y ninguna de ellas parece estar en horas bajas. Muy al contrario, si de modas que han llegado para quedarse se trata, el cultivo de alimentos es un firme candidato.
Sin embargo, mucho queda que avanzar para que los resultados nos permitan poder prescindir de los supermercados. El entramado industrial del sector agrícola sigue siendo, con diferencia, la fórmula dominante. Cuesta imaginar otra realidad, en verdad.
Pero las cosas podrían cambiar. La tecnología podría ayudarnos a que los auto cultivos se conviertan en realmente productivos. A darnos la clave de la autosuficiencia.
Gracias a sensores, la elaboración de algoritmos y, por ejemplo, a software, entre otros apps y sistemas o marcos de trabajo de código abierto, se podrán recrear las condiciones idóneas para que nuestras frutas y verduras crezcan en un entorno idóneo. Sin fallos, y en nuestro hogar.
Si bien en cada área tenemos una climatología distinta, es posible crear nuestros propios alimentos en invernaderos, lugares cerrados en los que podemos controlar muy distintos parámetros, entre otros éste.
La revolución de los datos
¿Ciencia ficción? En el actual mundo de Big Data, de Internet de las cosas y de la ingeniería agrícola, también los cultivos caseros pueden beneficiarse de los adelantos tecnológicos. Eso sí, las herramientas o, si se quiere, piezas de un puzzle no garantizan un buen resultado de por sí.
Sobre todo habida cuenta de que de igual manera que podemos hacer uso de luz artificial, por ejemplo mediante iluminación LED o de las técnicas de cultivo hidropónico (no precisa tierra) sin que ello moleste a una producción bio, existen opciones cero ecológicas. Entre ellas, la transgenia o el uso de pesticias o fertilizantes químicos, pongamos por caso.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el reto de la agricultura casera es, precisamente, facilitar los cultivos en entornos urbanos tanto a quienes desean un resultado bio como a quienes optan por lo convencional.
Open Agricultre, el proyecto del MIT
El proyecto del MIT bautizado con el nombre de Open Agriculture está experimentando con estas posibilidades para así crear las condiciones idóneas que requieren los distintos vegetales.
La iniciativa consiste, básicamente, en crear plataformas de cultivo inteligente que pueden ir desde unos pocos metros a casi cualquier dimensión.
La climatología se decide a golpe de programación, y esos algoritmos concretos pueden convertirse en una fórmula digital que podemos repetir las veces que queramos. Y, por supuesto, también compartir.
La gran diferencia consiste en que en ese entorno las plantas pueden ser cultivadas donde queramos sin que se alteren sus propiedades. Es así como consequimos un sistema sostenible que, por otra parte, consiga maximizar la cosecha aprovechable.
Es decir, también reducimos desechos y emisiones, en este segundo caso porque nos ahorramos el transporte, entre otras cosas.
De igual modo que podría aplicarse a un auto cultivo doméstico, sería aprovechable para impulsar la economía local, con lo que la agricultura de proximidad sería mucho más factible en todas partes.
CropBox, cultivo en un contenedor
El cultivo de vegetales en un contenedor también puede ser todo un ejemplo de eficiencia y sostenibilidad mediante el uso de la tecnología.
El proyecto se llama CorpBox y está dando resultados sorprendentes. Para que nos hagamos una idea, actualmente hay varios en pleno rendimiento en Carolina del Norte como alternativa a los huertos urbanos convencionales.
La fase de pruebas ya se superó. Se trata de un contenedor en cuyo interior se cultivan vegetales aplicando un sistema hidropónico que resulta productivo durante todo el año.
Su alta productividad es una de sus grandes ventajas. Frente a los métodos convencionales, los 30 metros cuadrados del contenedor dan para mucho. En concreto, permiten una productividad similar a una hectárea de tierra (diez mi metros cuadrados).
Además, se utiliza mucha menos agua, hasta un 90 por ciento, y también se minimizan los fertilizantes, en torno a un 80 por ciento. Si bien el invento tiene truco.
Su éxito ha exigido años de estudios, pruebas, errores y quebraderos de cabeza. Ahora, sin embargo, la infraestructura da los resultados esperados y puede considerarse todo un logro de la agricultura hidropónica.
Entre otras tecnologías, se utilizan las luces LED, sistemas de ventilación y calefacción, así como sensores que controlan las condiciones ambientales.
Su montaje, grosso modo, cuesta alrededor de 43.000 dólares, un pastizal que, sin embargo, se amortiza en menos de un año, según uno de sus creadores, Tyler Nethers. Con el tiempo, también es cierto, los costes podrían disminuir.
De nuevo, son las nuevas tecnologías las que explican estas cifras. Por lo pronto, se cultivan lechugas, hierbas, fresas y seta, pero en el futuro se espera ampliar la oferta y, aún mejor, llevar a cabo ventas in situ.
La idea sería que los consumidores compraran los vegetales vivos, con lo que podrían servir también para aplazar su consumo haciéndolas crecer aún más en el hogar.
También en este proyecto se concede una gran importancia al ahorro de emisiones, a la proximidad y, en fin a que los vegetales se cultiven y vendan cerca del consumidor, sin más transporte de por medio que el coche de San Fernando, la bicicleta, el bus, metro, o los patines. Idealmente, al menos, lo suyo sería ir a por ellos apostando por la movilidad sostenible.