Es cierto que hoy en día los papás están mucho más implicados que hace treinta años. Ya no se les caen los anillos por cambiar y bañar a su bebé, cosa que antes era impensable para un hombre. Sin embargo aún no hay una implicación total, real y práctica.
Lo habitual es que el padre vuelva al trabajo tras el permiso por paternidad y la madre se queda sola en casa con el niño. Y que sea ella la que se levanta varias veces por la noche a darle su toma, a calmarle o simplemente a comprobar si respira. Es verdad que muchos papás que comienzan a trabajar siguen levantándose por la noche a atender al niño para que mamá descanse, pero otros… ni se enteran de lo que pasa.
El niño es de los dos
Cuando papá es tan despistado hay que ponerse manos a la obra. Nos podemos pasar la vida esperando que deduzcan que estamos cansadas porque las ojeras nos llegan hasta las rodillas o tenemos los pelos desgreñados, sini siquiera se dan cuenta cuando vamos a la pelu. Siempre nos van a ver preciosas. Nunca van a sospechar que estamos agotadas o que necesitamos su ayuda hasta que no se lo digamos a la cara y bien alto. El que no llora no mama, y nunca mejor dicho.
El problema surge cuando el padre se niega a participar, no porque no quiera al niño sino porque piensa que no es esa su responsabilidad, que “es cosa de mujeres”. Mentalidades machistas que afortunadamente ya quedan pocas, pero quedan y que a veces simplememente encubren el miedo a manejar al recién nacido (le ven tan frágil que temen hacerle daño).
Ellos están tan perdidos y asustados como nosotras. A veces solo necesitan un pequeño empujoncito para ocuparse del bebé. Puedes empezar dejándole al niño en brazos un rato al final del día, para que el bebé se acostumbre a su calor, a su olor y a su voz (aunque le cante canciones de Luis Miguel).
Puede que al principio a papá le resulte cansado después de su jornada laboral, pero en unos días ya no podrá prescindir de ese ratito maravilloso con su pequeñín que proporciona tanta tranquilidad y felicidad y que no volverá a repetir al menos hasta que tenga otro hijo y querrá más.
Cada uno a su manera
Otros padres intentan escaquearse con el argumento de que no saben hacerlo. «Esto de los pañales es un lío, yo se los voy a poner al revés, ya verás. Es mejor que te ocupes tú». «A mí se me da muy mal abrochar tanto botón y, además, soy muy malo combinando colores. Mejor la vistes tú, ¿vale?».
Si entramos en este juego, estamos perdidas. ¿Qué la combinación de colores no es la ideal? Bueno, el bebé está cómodo y feliz porque su papá le vistió con cariño. Eso es lo importante. ¿Qué lo hace regular? Pues le explicamos cómo hacerlo y la próxima vez le saldrá mejor.
La maña con un bebé no se tiene hasta que se practica, las mujeres no nacemos aprendidas en los quehaceres maternos, los aprendemos practicándolos.
Los hombres pueden y deben aprender también a cambiar pañales, preparar biberones, bañar, llevarlos al pediatra y enterarse.. Hay que dejar se equivoquen (en cosas de poca importancia, claro) como nos pasa a nosotras y en dos días serán expertos puericultores
Piel con piel con papá
Las caricias, los masajes y los besos fomentan el desarrollo físico, neurológico y emocional del recién nacido y le ayudan sentirse seguro y feliz. ¿Quién mejor que papá, además de mamá, para llenarle abrazos y cariños?
Detrás de esa imagen fría y distante de algunos hombres, casi siempre late un papá cariñoso. Nada lo impide en la intimidad, aunque si lo hace en público siempre supone una imagen enternecedora. Al bañar a su hijo, cambiarle o, si tiene la oportunidad, darle el biberón puede explayarse a gusto y a la vez empezar a crear ese vínculo tan importante que muchos padres envidian entre la madre y el hijo.
Luz Bartivas es autora del Síndrome de mamá osa