Los primeros años de todo niño están marcados por un tema fundamental: el sueño. Si los pequeños duermen pocas horas o duermen mal, la calidad de vida (y los nervios) de los padres se ven muy afectados. Y no sólo hay que procurar que los niños duerman lo suficiente o se vayan a la cama a una hora determinada, sino que puede aparecer otro pequeño problema: las pesadillas. ¿Cómo reaccionar ante este problema?
Es bueno diferenciar entre un susto nocturno y una pesadilla.
El susto nocturno tiene un nombre: pavor nocturnus. Se da cuando los pequeños de pronto se asustan en medio de la noche y se despiertan gritando. A veces no reaccionan a las palabras tranquilizadoras de los padres, ni a sus caricias. Por la mañana ellos no recuerdan nada, pero los padres sí. Esto suele suceder entre los dos y seis años y no tiene por qué preocupar a los adultos, porque no deja ninguna secuela, ni impacta en el desarrollo de los niños.
En cambio, cuando los niños tienen pesadillas sí suelen poder hablar ni bien despiertan y recuerdan lo que han soñado. Esto suele ocurrir con mayor frecuencia entre los tres y los nueve años.
¿Cómo reaccionar?
Aunque parezca errado, si los niños tienen un susto nocturno, lo mejor es esperar, sentarse al lado del pequeño y mantener la calma. No es bueno intentar despertarlo sacudiéndolo. Es mejor recostarlo con cariño cuando se vuelve a tranquilizar.
Con las pesadillas sí se puede hacer algo. “Muchos niños necesitan contacto corporal cuando han soñado algo feo. Lo mejor es abrazarlos o alzarlos, eso los calma”, recomienda la especialista en trastornos del sueño Katharina Rödiger. Otro punto importante es tomar en serio lo que cuenten sobre la pesadilla que han tenido, porque para ellos el sueño es real. De hecho, no suelen diferenciar entre la realidad y el sueño hasta los cinco años
¿Por qué aparecen estos sustos o pesadillas?
Puede haber muchos motivos. A veces en la noche se procesan situaciones tensas que se viven durante el día, ya sea por una mala experiencia o porque en casa reina alguna pelea entre los padres.
¿Qué pueden hacer los padres?
Lo ideal es intentar ayudar a que los niños “entiendan” su pesadilla y la conviertan en algo positivo. Por ejemplo, se los puede hacer dibujar la escena más importante del sueño y luego incorporar a ese dibujo algo que no les dé miedo. Lo fundamental es que ellos se relacionen con lo sucedido de un modo activo y evitar que intenten escapar de lo que vieron, porque eso les daría más miedo.
Otra posibilidad es conversar con el niño y darle recursos imaginativos para salirse de esa situación que lo atormenta. “Se les puede transmitir seguridad diciendo: ‘La próxima vez que venga el monstruo, toma un escudo, te protegerá'”, explica Rödiger como ejemplo. Otra táctica sería imaginar modos de desarmar la situación dramática con algún elemento gracioso que la desactive, por ejemplo, diciéndole al niño que cuando vuelva a aparecer el monstruo le ofrezca un dulce o una goma de mascar. Lo fundamental es darle elementos al pequeño para que pueda reaccionar activamente si reaparece la situación.