Comer con moderación y suprimir los alimentos nocivos eran dos máximas que Pitágoras tenía en cuenta a la hora de pensar en una correcta alimentación.
El padre del vegetarianismo sostenía que en estos pilares se basaba el equilibrio del cuerpo y de la mente humana, para lograr una armonía interior y exterior. Para saber un poco más de su teoría y ponerla en practica, te contamos algunos de sus conceptos.
Sabor y emoción
Ciertos alimentos influyen en nuestro cuerpo y también en nuestras emociones, armonizándolas o desequilibrándolas. El punto medio era el objetivo de Pitágoras, en todos los aspectos de la vida, incluida la alimentación. Tan lejos de los excesos y de los extremos, pensó una dieta con el objetivo lograr una mejor calidad de vida, y esto abarcaba todos los planos del ser humano. Sabores y emociones se entrecruzan con estados de ánimo y efectos corporales. Una dieta que está más vigente que nunca, y que comprende al ser humano de manera integral. En sánscrito la palabra “sabor” tiene la misma raíz que la palabra “emoción”. Es decir que ambos sustantivos se escriben con el nombre rasa, y esto marca una relación entre la emoción y los sabores.
Podríamos decir que la emoción es energía en movimiento, algo relacionado con el espíritu, y el sabor es algo percibido por el organismo, por las papilas gustativas, desde la materia de los alimentos.
Por lo tanto, hay una íntima conexión entre las emociones y los sabores, que “se sienten”, hoy reconocemos que nuestra química cerebral puede responder con el “movimiento” de mayor o menor cantidad de neurotransmisores, según los sabores que capta, o incluso que demanda el cerebro.
Menos carne Pitágoras también reflexionaba acerca de la energía de los alimentos y la forma en la que esta llegaba al cuerpo, y, en consecuencia, los relacionaba con el carácter y aptitudes que pudiera desarrollar una persona.
Con respecto al consumo de productos de origen animal, llegó a la conclusión de que conviene evitarlo para mantener en equilibrio de las emociones.
Nuestro cerebro necesita más que otros órganos de los nutrientes que están en las frutas y verduras, porque si no los come, se oxida y muere más rápido.
Así, el cerebro, donde se alojan los mensajeros de las emociones es más lábil a la oxidación y muerte celular que otros órganos, dado que tiene más contenido graso, más hierro y menos antioxidantes desde el nacimiento.
La carne en exceso nos da un tipo de grasa que endurece las arterias y las neuronas, dado que provee a cada célula de un tipo de ácido graso omega 6 que es necesario, pero en forma limitada.
Todos los excesos son malos, y si la carne de vaca predomina en la dieta y falta el pescado, al cerebro le faltara en su estructura el omega 3 y no tendrá la flexibilidad para desarrollar sinapsis, o puentes entre las neuronas, que le faciliten la memoria, la concentración y la disponibilidad de neurotransmisoresequilibradores.
Dime qué sabor quieres, y te diré qué sustancia necesitas
Además, podemos decir que en base a los alimentos que elegimos, estamos necesitando determinadas sustancias para nuestro bienestar físico y emocional, y generando en consecuencia reacciones en nuestro organismo. Por ejemplo:
Alimentos salados: las personas que eligen este tipo de comidas necesitan dopamina. La relación directa que hay entre la dopamina y lo salado es que ambos levantan el ánimo. La dopamina es un neurotransmisor que aumenta la euforia, las ganas de vivir y que, en general, sube cuando estamos en presencia de platos de comida salados que nos agradan mucho y también ante situaciones placenteras, como el sexo y la actividad física disfrutada.
Alimentos dulces: podemos relacionar a las personas que tienden hacia lo dulce con un neurotransmisor cerebral llamado serotonina, que media las sensaciones de armonía y paz interior. Todo lo dulce, además, se relaciona con el aumento de la libido para mejorar la vida sexual.
Sabores picantes: especialmente las preparaciones ricas en pimienta, provocan una sensación de despertar, de apertura de la mente, y principalmente se produce vasodilatación. Esto va a ocasionar el aumento de la irrigación y oxigenación cerebral.
Sabores amargos: se corresponden con la calma y tranquilidad que precede al dormir, y esto lo relacionamos a un neuroquímico llamado GABA.
Sabores astringentes: dan la sensación de lengua arrugada y podríamos referirlo a la tendencia a la introspección. También se relacionan con el sentimiento y las emociones que están en contra de la libido, antiafrodisíacas, y con la castidad.
Por la doctora María Alejandra Rodríguez Zía, médica clínica y endocrinóloga de Universidad de Buenos Aires.