Empezó el Mundial. Sí, mientras Argentina, España y Alemania ya se volvieron a casa, Brasil acaba de poner primera, de calentar motores, de demostrar que, hasta ahora, es el más candidato entre los candidatos a quedarse con la Copa del Mundo. Porque Brasil no sólo es Neymar. Influye, sí, como siempre lo hacen los cracks, pero el Scratch no sufre la dependencia de la Selección con Messi o de Portugal con Cristiano Ronaldo. Brasil tiene en Gabriel Jesús, Paulinho, Coutinho y Willian los socios perfectos para que Ney se divierta o, en caso de ser necesario, descanse.
Lo que no descansa nunca es la búsqueda de Brasil por el arco rival. Esa obsesión por atacar y darle al partido su ritmo. Y eso es lo que hizo ante México. Es cierto, en los primeros minutos le costó, pero apenas se acomodó en la cancha, se adueñó de la pelota y ya nada fue igual.
Circulación, triangulaciones, algunos de esos lujos que obligan a levantarse del asiento, Brasil mostró buena parte del poderío que ya había insinuado durante la primera fase. Además, asumió su condición de favorito. Sin que le pese, se hizo cargo y fue debilitando a México, obligando a Osorio a meter mano en el banco para tratar de contenerlo más que para buscar el triunfo.
El gol de Neymar, con taco incluido después de juntar a tres defensores, giro y aparición en el segundo palo para buscar la devolución de Willian, simboliza lo que es Brasil, un equipo que hace fácil lo que parece difícil. Que juega con y sin la pelota. Y que, a no confundirse, sabe atacar y también defenderse.
Porque México intentó sorprenderlo, asfixiarlo, arrinconarlo, tal como había hecho en su debut en este Mundial ante Alemania. Pero Brasil fue mucho más que la pasividad de los últimos campeones del mundo, los mismos que lo habían goleado, en aquel 7-1 que todavía genera idas y vueltas. Brasil, con Neymar como bandera, zafó de la presión con fútbol y cabeza. Así se puso en ventaja. Y así definió su clasificación a cuartos de final con otra corrida de su capitán y la entrada en malón por el segundo palo. Fue Firmino quien la empujó para el 2 a 0, pero pudo haber sido cualquiera.
¿Cualquiera? Sí. Hasta Tite, quien corrió como un desaforado junto a la línea de cal para terminar abrazándose con sus dirigidos. Otra señal de unidad. Del poderío que tiene Brasil y que, con el camino cada vez más despejado, puede lustrar la chapa de candidato más que nunca. Empezó el Mundial.
Por Santiago Gómez