Si no fuera por la enorme comadreja que merodeaba su jardín, María nunca hubiese adoptado otro perro. Hacía poco que con su marido se habían mudado de un departamento en Belgrano a una casa en Pilar. Estaban contentos con el cambio pero temían que el “intruso” le hiciera daño Olivia, su maltesa diminuta. “Me ofrecieron diferentes tipos de fumigación pero todas significaban una horrorosa muerte para la comadreja. No quería eso, siempre fui bichera; al fin y al cabo, era también su territorio”, cuenta María.
La pareja quería espantar al “bicho” sin lastimarlo. Así nació la idea de sumar otro perro que defendiera a Olivia. Debía ser grande e intimidante, aunque no un cazador. María sabía que tenía que elegir por el temperamento del animal y no por su apariencia, pero cuando le presentaron a Bonus, un cachorro de border collie, quedó hipnotizada: “Morí con su media cara negra y la mancha entre sus orejas“, recuerda.
Los primeros tiempos de Bonus en la casa fueron movidos. María salía a correr todos los días sabiendo que al volver se encontraría con las consecuencias de alguna travesura. Al perro le encantaba mordisquear la ropa, especialmente los corpiños de su dueña. Hoy se ríe pero entonces se agarraba la cabeza, no estaba acostumbrada a un animal tan enérgico y juguetón.
Dos años después encontró la mejor fórmula para canalizar la potencia de su amigo: correr juntos. Bastaba que ella abriera el cajón de las calzas para que el perro enloqueciera. La actividad compartida se convirtió en un ritual impostergable, al punto de llevarlos a participar de tres ediciones de Dog Run, la carrera de perros y dueños. “Amábamos correr. No me avergüenza decir que los recuerdos que tengo corriendo juntos por el campo son de los más felices de mi vida”, cuenta la dueña de Bonus.
Hay equipo
A María siempre le había dado curiosidad el comportamiento animal. Por eso, en 2005 se anotó en la carrera de adiestradora canina en la UBA, aunque el proceso no lo haría sola. Cursaba tres veces por semana, dos de las cuales iba con Bonus, que resultó ser un excelente coequiper. Hasta rindió sus finales prácticos con él. “Nos recibimos juntos, yo de adiestradora y él de profesor adjunto. Bonus se creía mil, su cara de border collie realizado era mundial”, revive sonriente.
La flamante adiestradora se había acostumbrado a estar todo el tiempo con su amigo blanco y negro, así que cuando llegó el momento de empezar a trabajar no dudó en llevarlo con ella. “Originalmente él no estaba entrenado para educar otros perros, pero siempre fue tan aplicado, equilibrado y seguro, que naturalmente se convirtió en mi asistente”, dice. Cuando la corredora se encontraba con perros muy nerviosos o excitables, el espíritu armonioso de Bonus funcionaba como una varita mágica. “Su tranquilidad los ponía en estado zen. Los perros parecían admirarlo e intentaban imitar esa calma”, cuenta orgullosa.
Así pasaron quince años. Bonus fue compañero y testigo de los momentos más importantes de la vida de su dueña: la adopción de su hija, su carrera, el trabajo, los entrenamientos en el campo. Pero este último verano ya no pudo acompañar a la familia en sus vacaciones, estaba viejo. Al tercer día de viaje, un llamado hizo que María saliera disparada en avión de regreso a Buenos Aires; Bonus no estaba bien. El diagnóstico de un tumor cerebral inoperable dejaba claro que el final estaba cerca. “Los tres primeros días estuvimos solos, después volvió mi marido con mi hija. No quise internarlo, no quería que creyera que lo estaba abandonando en la jaula de una clínica veterinaria. Me traje suero y todo lo necesario para que estuviera cómodo en casa. Como él ya no podía subir la escalera, bajé un colchón y dormimos todos abajo. Quería que pasara sus últimos días en su casa, amado por su familia humana y canina (tenemos 3 perros más). Pudimos cuidarlo, mimarlo y acompañarlo”, se serena.
El 6 de febrero Bonus cerró los ojos. María quiso homenajearlo compartiendo su historia. “Nada va a ser lo mismo sin él. Es parte de mi identidad, de quien soy como madre, deportista, adiestradora. Todas las imágenes que me quedan son de felicidad y solo puedo decir: gracias por tanto”.