La Copa Libertadores es el más grande desafío que tiene Boca a lo largo del año. Asimismo, también es la deuda que todos en el xeneize quieren saldar. O, mejor dicho, casi todos. Porque comenzará la competición con un plantel en el que son escasos los apellidos que alguna vez se coronaron: muchos guardan espinas, otros tuvieron pobres experiencias y algunos ni siquiera la jugaron. Nombres de jerarquía, pero con poco éxito continental.
Los campeones son pocos. Uno de ellos es Guillermo Barros Schelotto, que desde el banco intentará trasladar su experiencia de haber obtenido cuatro títulos: 2000, 2001 y 2003, en plenitud, y 2007, sin protagonismo. Desde adentro del campo, Carlos Tevez: fue parte importante del equipo que levantó el trofeo en 2003. Sin embargo, la que arrancará hoy en Perú también se torna una cuenta pendiente para los dos. Es que Guillermo quiere ganarla como técnico por primera vez y Carlitos en su segundo regreso al club.
Julio Buffarini y Emmanuel Mas fueron los laterales del San Lorenzo campeón continental en 2014. Acaso ese fue ese motivo que los trajo a la Ribera, pero si bien Buffarini jugará hoy ante Alianza Lima, ninguno de los dos tienen lugar en el primer equipo.
Además del Mellizo y el Apache, hay varios a los que le quedó la espina clavada por la derrota insólita en semifinales ante Independiente del Valle. Leonardo Jara, Frank Fabra y Pablo Pérez, que no lo hicieron bien, ahora tienen la chance de reivindicarse. Cristian Pavón y Darío Benedetto también estuvieron presentes en aquella eliminación, pero hay poco que reprocharles. Para el N°7 es una deuda porque en 2016 tuvo un nivel muy alto (4 goles en 8 partidos), pero su equipo no lo acompañó. Mientras que el Pipa llegó en el receso previo como el goleador que hacía falta, pero en Quito jugó incómodo de extremo derecho y en la Bombonera ingresó con la eliminación casi consumada.
Es extensa la lista de quienes no tuvieron grandes experiencias y ahora buscarán una revancha dentro de un equipo con mucha mística y siempre candidato.
Agustín Rossi no la jugó, pero vio desde cerca la actuación de Estudiantes hace tres años, cuando llegó hasta octavos de final y quedó afuera ante Independiente Santa Fe. Paolo Goltz -lesionado, esta noche lo reemplazará Santiago Vergini- jugó para Lanús la competición de 2012, en la que quedó afuera en octavos, y la de 2014, en la que Bolívar le quitó la ilusión a él y al Mellizo (por ese entonces entrenador del Granate) en los cuartos de final. Su compañero de zaga, Lisandro Magallán -por una contractura hoy lo sustituirá el juvenil Agustín Heredia-, tan solo jugó tres encuentros de Libertadores cuando fue dirigido por Carlos Bianchi en 2013: el defensor quedó marcado por no haber rendido (en algún partido el Virrey lo puso de “4”) y, ahora convertido en un estandarte de la defensa, tiene la revancha de buscar la séptima Copa para el club de la Ribera.
Nahitan Nández siempre recibió duros reveses en este torneo cuando estuvo en Peñarol. En 2016 jugó solo un encuentro, mientras que un año después su equipo quedó afuera en primera ronda y él terminó manchado por el escándalo con golpes de puño en el partido con Palmeiras (por eso no puede disputar los tres primeros compromisos de Boca). Edwin Cardona únicamente encaró la edición de 2014 jugando para Nacional de Medellín, conjunto colombiano que llegó hasta los cuartos de final y al año siguiente le quitó la ilusión al Huracán de Wanchope Ábila en octavos, la instancia más lejana que vivió el delantero que llegó como refuerzo.
De los principales jugadores que tendrán posibilidades constantes, Wilmar Barrios, pieza importante, y el emergente Emanuel Reynoso, no tienen antecedentes en el torneo.
Sin embargo, la deuda más grande que tiene Boca posiblemente no salga desde dentro del campo ni tampoco en el banco. Más bien está en la dirigencia comandada por Daniel Angelici, que tiene una de las últimas posibilidades de darle al hincha, antes de que termine su mandato en 2019, lo que prometió cuando asumió: “Preparen los pasaportes que vamos a volver a viajar a Japón”. La más cerca estuvo en 2012, cuando, con Julio César Falcioni, Corinthians les arrebató la final. Luego, fueron tres fracasos. Invirtió muchos millones de dólares, pero nunca pudo festejar. Boca, un equipo con muchos nombres de peso, en el ámbito nacional está derrumbando todo lo que se le cruza. No obstante, la Copa Libertadores a casi todos se les hizo esquiva. Deberán forzar el cambio de suerte. Porque ganarla este año es una obligación.