Toda mujer tiene que poder decir, con total y absoluta honestidad, cuando se presenta ante el mundo “esta soy yo, aquí estoy”. Saberse mujer, saberse bella, sentirse bien consigo misma y no sólo en un sentido metafórico. También en un sentido práctico. Estar bien por dentro y bien por fuera. Sin obsesiones, sin preocuparse por la mirada crítica de los demás. Prepararse para lucir una imagen coherente con lo que es, lo que siente, lo que quiere mostrar.
El problema es que no todas las mujeres pueden hacerlo tan fácilmente. ¿Verdad? Pero, por qué no es tan fácil, por qué a veces si nos lookeamos o nos producimos con esmero tenemos miedo de parecer disfrazadas, de ser criticadas, de sentirnos fuera de lugar. Y, por el contrario, si no lo hacemos, nos vemos mal, tristes, cansadas, poca cosa.
Por qué nos cuesta tanto encontrar el justo equilibrio. Ese punto exacto en el que estamos conformes con nuestra imagen y con lo que queremos comunicar a nuestro entorno.
No debería ser difícil, por lo menos, si hiciste terapia, si tenés cierta dosis de autoestima bien construida. Pero, de repente, salís con toda la garra, llegás a la fiesta de la oficina, al after office y ves que la mayor parte de la gente está producida con un estilo que parece ser mucho más apropiado que el tuyo –¡cómo no te avisaron que había un dress code!- y ahí es cuando pensás en huir.
Y por qué te pasa esto, si en definitiva, aprendiste que una es una y no puede ser otra persona, por más que quiera. Parece una verdad tan simple, pero hay ocasiones en las que se vuelve difícil de aceptar. Brillar -y ojo que digo brillar y no “atraer todas las miradas cual celebrity en la alfombra roja”- siendo una misma. Tal como somos.
Pero hablemos de qué significa en esta sociedad ser como somos. ¿Cómo vine al mundo? ¿Al natural? ¿Sin peinarme, sin depilarme, sin vestirme a la moda. ¿Sin usar una gota de maquillaje, sin hacer gimnasia, librando el cuerpo a su evolución indeclinable y que sea lo que sea?
No, por supuesto. Si todas hiciéramos eso la imagen sería catastrófica. Mejor no imaginarlo. Por eso, el concepto de belleza honesta es tan necesario en este mundo cada vez más exigente.
Porque, hablar de belleza y de honestidad, dos palabras que hasta el momento estuvieron divorciadas, se vuelve imperativo. Es necesario entender que, si vamos a ser honestas, la belleza nunca es totalmente natural. Se trabaja, se produce.
De esto se trata, de aprender herramientas prácticas y claves para potenciar tu imagen personal. Para que empieces a aceptarte tal cual sos y sobre todo, a conocerte.
Por Yamila Pica