Austria es un país “postal”, o un país “cuadro”. Cuando uno viaja por sus increíbles paisajes tiene la sensación de estar, efectivamente, en un escenario pintado a propósito o photoshopeado con la intención de hacerlo perfecto. Pero no. Luego de una buena restregada de ojos y de unos buenos pellizcos para asegurarse de estar despierto, uno se da cuenta de que todo es real.
Viajar, por ejemplo, de Viena a Innsbruck, atravesando el país en diagonal, es como recorrer los salones de una exhibición fotográfica o una galería de arte paisajista. El terreno es ondulado y está salpicado de granjas con vacas lecheras, como las de los cuentos, con viñedos, lagos e iglesias barrocas.
Viena
La capital de Austria invita a un paseo tranquilo por sus arbolados parques, a tomar té en con tortas tradicionales en cafés cuya construcción se remonta al siglo XIX. Infaltable la visita al monumento a Mozart y la torre barroca con reloj de Hofburg construida en 1575.
Los atardeceres invitan a escuchar los violines cuyos sones inundan las glorietas de las vinerías o a visitar el majestuoso Palacio Schönbrunm, la antigua residencia de verano de la familia imperial cuya construcción se remonta a 1695 y es una de las grandes atracciones turísticas de toda Europa. El palacio tiene jardines increíbles, salpicados con fuentes y estatuas que constituyen un espectáculo de grandeza, empezando por la gran fuente de Neptuno.
Otro símbolo de la ciudad es el Palacio Belvedere de 1714. La Catedral Gótica, construida entre los siglos XIV y XVI, guarda importantes obras artísticas y sirve de panteón de sepultura de los restos del Emperador Federico III.
Salzburgo
Obviamente, ya asentados en Austria, es imprescindible una visita a Salzburgo, la cuna de la música que se levanta sobre el río Salzach. A su entrada aparece la imponente fortaleza de Hohensalzburg, levantada sobre una elevación del terreno en 1077 y cuyo objetivo primero era defender la ciudad. Su estado de conservación la convierte en un tesoro invaluable, siendo considerado el castillo en mejores condiciones edilicias de toda la Europa Central. Además, para agregar más belleza a la visita, se puede llegar con un funicular, cuya travesía permite observar un escenario formidable, como salido de un relato irreal.
Antes de zambullirse en la música, los museos y el artes de la ciudad es recomendable una visita a la construcción más antigua de la ciudad, la Catedral, cuya base original data del año 784. Como contraste, allí nomás se encuentra el edificio más moderno, el Palacio para Congresos Internacionales, construido en los magníficos jardines de Mirabell.
Un motivo especial para visitar la ciudad son los grandes festivales de música y conciertos que se realizan todos los años a los que uno puede llegar en carros tradicionales tirados por caballos.
A partir de Salzburgo
Desde la que muchos consideran la cuna de la música, podemos reencontrarnos con el Danubio, en la ciudad de Linz, en la región de Alta Austria. Allí, además de la belleza natural que caracteriza a todo el país, se encuentra el Donau en la plaza principal, una columna esculpida que data del siglo XVII.
Otro circuito es la Baja Austria, atravesando la región de Burgenland, donde sobresale el Palacio de Esterházy en Eisenstadt; la ciudad de Graz y sus alrededores, en la región de Estiria, donde la capital Mariazell surge como frutilla del postre en un paisaje natural paradisíaco. Siguiendo el recorrido se llega a Carintia donde se puede parar en Klagenfurt para visitar la fuente del Dragón, una de las legendarias obras de Austria.
Obviamente, es imprescindible una visita al Tirol, una de las zonas montañosas más lindas de Europa, con su alegría y su colorido, escenario en el que reluce Innsbruck, como emblemática ciudad alpina, con su animada plaza central que tiene como atractivo el famoso “tejadito de oro”. Este era un lugar muy querido del emperador Maximiliano I. ¿Lo qué más le gustaba del mirador? Poder observar el tumulto en las calles del casco antiguo y las vistas sobre la ciudad. ¿Lo mejor de todo? Hoy en día todo el mundo puede disfrutar de esta vista, igual que lo hizo el emperador.
Por Carlos Mira