“Persiana americana” abría el lado B de Signos y fue el primer corte del disco. Fue un boom en todo Latinoamérica. La letra –un canto al voyeurismo, protagonizado por un hombre espiando a una chica por la ventana– estaba firmada por Gustavo Cerati y Jorge Daffunchio, quien entró en la historia de Soda Stereo después de haber participado de un concurso de letras de canciones organizado por el programa de radio Submarino Amarillo, donde la banda iba a ponerle música al ganador.
“Fue algo que cayó del cielo”, le contó el coautor a La Viola. “Estaba volviendo de la Escuela de Arte de Luján, donde todavía doy clases, y prendí la radio del auto y enganché un programa que nunca había escuchado, donde hablaban de un concurso de letras, y anoté los datos”. Daffunchio, que es artista plástico, se puso a escribir todos los días y mandó varios bocetos. El que más gustó fue uno llamado “Cine Negro”, inspirado en la novela negra americana, historias de detectives que conoció leyendo a Chandler y a Chase.
Al final, Daffunchio no ganó el concurso, ni Cerati eligió ninguna letra para grabar, pero, a través de un amigo en común que filmó el video de “Cuando pase el temblor” en el norte argentino, se conocieron y empezaron a trabajar juntos. “Gustavo me dijo que estaban por sacar un disco y que estaba trabado con las letras, que no le salía nada, y me pidió una mano”, recuerda Daffunchio.
La Viola: ¿Cómo fue el proceso?
Daffunchio: Me pasó un casete, que lo único que tenían eran las bases. Era una masa uniforme de temas, que no se sabían cuando empezaban ni cuando terminaban. Y me pasó una lista de títulos en una hoja cuadriculada, palabras que podía usar como disparadores, que después derivaron en los títulos finales. Estaban “Prófugos, “Caja negra”, “Signos” y, por supuesto, “Persiana americana”.
LV: ¿Qué te generó ese título?
D: Me imaginé enseguida una situación de detectives privados, en su oficina, sin que entrara nadie, un ventilador de techo, y el humo del cigarrillo. Alguien que esperaba a otra persona, pero no se decía si era hombre o mujer. Esperaba a otro que nunca llegaba, y miraba por la persiana a ver cuándo venía.
LV: ¿Como mutó a la versión final?
D: Gustavo me dijo que le gustaba, pero que quería que todo el álbum tuviera una aproximación romántica, así que giré para otro lado, y busqué influencias en el cine, y tomó otro color. La primera versión era más romántica que la que escribí después.
LV: ¿Qué sentiste cuando la escuchaste terminada?
D: Gustavo me llamó para que la fuera a escuchar… ¡Y no sabía qué decirle! No me la imaginaba terminada, porque yo había escrito la letra en el aire, sin la música. Fue algo inesperado, no tenía idea cómo iba a quedar.
LV: ¿Y cuando la escuchaste en vivo?
D: La primera vez que la tocaron en Argentina fue e diciembre del ‘86, en Moreno, donde vivo yo, en la disco Wall Street. En ese momento no la cantó nadie, porque era muy nueva, pero después se convirtió en un hit. ¡Hoy la gente se acuerda la letra más que yo!
LV: ¿Eras fan de Soda?
D: No, ¿sabés que no? Me gustaban como me gustaba Sumo, Virus y Los Redondos. Yo me formé en el palo del primer rock argentino, con Los Gatos, Almendra y Manal.
LV: ¿Qué fue lo más loco que viviste con esa letra?
D: Yo soy profesor de pintura, y muchos alumnos míos se han largado de mochileros por Latinoamérica y me contaron que escucharon el tema en países como Colombia y Venezuela. Esas cosas son impactantes. ¡Incluso hay una versión hecha por una banda militar!
LV: ¿Escuchaste la de Agapornis?
D: Escuché muchas versiones, pero ninguna me terminó de convencer. Con Agapornis, en cuanto a la canción en sí misma, no me afecta tanto porque la letra es la misma. Aunque, si Gustavo viviera, no creo que le gustara.