Si intentás recordar cosas que te ocurrieron durante los tres primeros años de tu vida es probable que no puedas. A finales del siglo XIX, Sigmund Freud llamó “amnesia infantil” o “amnesia de la niñez” a esta falta de memoria de nuestros primeros años y a los vagos recuerdos desde los tres hasta los siete años. Desde entonces la ciencia buscó explicaciones, a partir de diversas hipótesis, a por qué nos ocurre esto.
“La amnesia infantil es una paradoja. Sorprendentemente, los adultos tienen muy pocos recuerdos de los primeros años de la infancia, a pesar de la enorme capacidad de aprendizaje que se tiene durante esos años”, comentan los investigadores de la Universidad de Toronto, Sheena A. Josselyn y Paul W. Frankland, en su estudio.
Explican que el hipocampo de los niños menores de tres años no está suficientemente desarrollado para almacenar recuerdos a largo plazo. Se trata de una cuestión morfológica: a edades tan tempranas nuestro cerebro está en pleno proceso neurogénesis -de creación de nuevas neuronas-. Por esto, los recuerdos no se retienen a largo plazo.
Como un colador
Imaginemos un colador de fideos. Si lanzamos ahí una pasta muy fina, es probable que se escape por los agujeros, pero eso no pasará si los fideos son más gruesos. Así es como Patricia Bauer, profesora de la Universidad Emory, de Estados Unidos, explica la “amnesia infantil”: los primeros recuerdos son tan pequeños que logran colarse. Pero, a medida que vamos creciendo, pasan dos cosas: los recuerdos se hacen más grandes y los agujeros, más pequeños. Gracias a esto podemos retenerlos.
El trabajo de Bauer, planteado a través de entrevistas a 100 niños y sus padres, también constata que, a edades tan tempranas los recuerdos se pierden muy rápido porque, a diferencia de los adultos, los niños no contextualizan los recuerdos con datos.
Así que los padres pueden ayudar a contextualizar los recuerdos de sus hijos través de narraciones o fotografías para que esa pasta “se vuelva pegajosa” y no se pierda por el colador.
Recuerdos inducidos
Para Silvia Ayala, psicóloga infantil, las averiguaciones de Bauer concuerdan con la observación clínica de los profesionales que trabajan con niños: “Cuando son menores de 2 años, los niños no son capaces de recordar las cosas. Sin embargo, sí tienen lo que llamamos recuerdos inducidos por sus padres y familiares”. Por ejemplo, “la llegada de un nuevo hermanito puede recordarse con videos, narraciones, fotografías, etc. No serán capaces de generar ese recuerdo por sí mismos o recordar en primera persona, pero sí de manera inducida por el contexto que le dan sus padres”, continúa Ayala.
En la misma dirección se pronuncia otro experto en psicología infantil, Abel Domínguez que habla de su experiencia en consulta: “Siempre interpreto los recuerdos de los niños pensando que han accedido a ellos a través de algún facilitador: los padres, hermanos u otros familiares”. Y agrega: “Suelo inclinarme por las teorías que apelan más a la morfología cerebral. Hay muchos sistemas que antes de esa edad están formándose y quizá no sea posible retener los recuerdos”.
Pero, añade que hay otra cuestión muy importante que se da en los niños entre dos y tres años: “A esa edad comienzan a poder convertir a palabras los recuerdos, de manera que se une memoria y lenguaje, creo que ese es también un potente facilitador de la memoria, el hecho de poder articularla”.
Fuente: La Vanguardia.