La dermatología más avanzada contempla la alimentación para prevenir el efecto oxidante del sol del verano, incluso para el tratamiento de afecciones graves. Para que la piel (y con ella el pelo y las uñas) conserve un buen estado de salud, es preciso acertar en la elección de los nutrientes, así como en las técnicas de conservación de las vitaminas, sales minerales y ácidos grasos esenciales.
El agua manda, pero también… Una lista de alimentos para la piel identifica a los que son beneficiosos para el organismo y ayudan a cuidar la piel desde el interior. Esta es la idea que prevalece en las investigaciones dermatológicas, clínicas y dietéticas, que buscan utilizar vitaminas, aminoácidos, ácidos grasos insaturados, antioxidantes y oligoelementos que nutran y oxigenen la piel, que la tersen, pero no a base de tratamientos tópicos sino internos.
Con estos alimentos también se ayuda a pelo y uñas. Es evidente el papel de la alimentación (en particular, de ciertos antioxidantes) en el cuidado de la piel sana, así como su papel protector ante el foto envejecimiento. De hecho, la piel, en sus distintos estratos, contiene dispersos un grupo de antioxidantes protectores, tanto enzimáticos (glutatión peroxidasa, superóxido dismutasa y catalasa) como no enzimáticos (distintas formas químicas de la vitamina E o tocoferol, vitamina C o ácido ascórbico, ubiquinol (la forma más activa de la coenzima Q10), carotenoides, beta-caroteno, luteína, zeaxantina, licopeno, etc.). Por ello, con la selección de alimentos se busca una dieta regenerativa que incluya los nutrientes y antioxidantes que procuran una piel sana. Todos ellos están en la lista de alimentos que se presenta a continuación.
El agua.
El primero que debe incluirse, aunque muchos no lo contemplen como un alimento en sí mismo, es el agua. Conviene que el agua esté depurada. Se puede optar por habituarse a ingerir agua mineral o adquirir algún método de filtrado y depuración del agua. No hay que olvidar que en algunas frutas (como la sandía, el melón, la pera, las cerezas y las naranjas), el 85% de la composición es agua. Es sabido, pero resulta imprescindible repetirlo: hay que beber agua (más aún cuando hace calor); los zumos, por muy naturales que sean, son aportes extra a esa cantidad.
El brócoli.
La familia de las coles, y en especial el brócoli, es rica en antioxidantes, sobre todo los derivados de las vitaminas C y E. La vitamina C produce colágeno y mantiene la piel sana y flexible, mientras que la vitamina E protege las membranas celulares de la piel y defiende contra el daño por radiación de rayos UVA. Las opciones culinarias que ofrece el brócoli son muy amplias: en crema, como aderezo, como ingrediente original en una pizza, incluso en sopa.
Las avellanas.
Estos frutos secos son una de las mejores fuentes alimenticias de vitamina E, que nutre la piel y la protege del sol. Al ser unos alimentos tan densos en nutrientes y en energía, un puñado diario (unos 25 gramos) son suficientes para proveerse de sus beneficios de manera equilibrada. Su presencia en la dieta puede darse en forma de almendras enteras como aperitivo, al agregarlas a las ensaladas y al yogur, saltearlas u hornearlas para conservarlas y utilizarlas para cubrir un plato de pescado, pollo, o incluso arroz o pasta. Las avellanas troceadas o molidas se pueden añadir a las cremas de cereales o al arroz con leche del desayuno.
Las zanahorias.
Las zanahorias destacan sobre el resto de hortalizas por su riqueza en beta-caroteno, el antioxidante que se convierte en vitamina A dentro del cuerpo. Este compuesto ayuda a reparar los tejidos y, al tiempo que contribuye a tomar los rayos buenos del sol, protege a la piel de los dañinos. De hecho, la investigación más avanzada avala el uso de complementos dietéticos a base de beta-caroteno como apoyo a la protección solar frente a las quemaduras. Las zanahorias crudas, en ensaladas o con una salsa baja en calorías, proporcionan mordiscos dulces. Y es curioso, pero las zanahorias cocidas aportan aún más beta-caroteno que las crudas y un sabor dulce más intenso. Estas hortalizas de color naranja pueden ser un bocado muy apetitoso convertidas en bolitas con coco y piñones.
Las semillas de calabaza.
Si bien la carne de calabaza es una fuente de beta-caroteno parecida a la zanahoria, también sus semillas son amigas de la belleza de la piel. Su riqueza en zinc las convierte en una protección de las membranas celulares que ayudan a mantener el colágeno y promueve la renovación de la piel. Como con las avellanas, las pipas de calabaza adornan e incluso enriquecen platos, como a una crema de calabacín o las ensaladas frías y templadas.
Cereales integrales.
Otro antioxidante fundamental para la piel es el selenio, un mineral que se encuentra en los cereales integrales y, por tanto, en las harinas que se procesan como pan y pasta, y el arroz integral. El selenio ayuda a proteger la piel contra los daños del medio ambiente y promueve su elasticidad y su salud general. Sin embargo, hay que tener precaución. Los suplementos de selenio, sobre todo de manera industrial, en dosis altas se han relacionado con problemas de salud, por lo que siempre es mejor obtener su beneficio de manera natural en los alimentos cotidianos.
La naturaleza es muy sabia, y allá donde el sol es más intenso crecen las frutas más ricas en vitamina C y antioxidantes. Las frutas tropicales superan con creces el contenido en vitamina C y antioxidantes al resto, tal es el caso de la guayaba, la papaya y el mango (estas dos últimas también abundantes en beta-caroteno, poderoso antioxidante que potencia la reposición de las reservas celulares de la piel). No en vano, la vitamina C colabora para que el cuerpo produzca colágeno, el componente por excelencia que ayuda a mantener la piel firme y elástica. Todas estas frutas son muy ricas en agua lo que les hace ser perfectas para zumos, pero sus propiedades se potencian si se consumen a trozos.
Fuente: http://www.logicaecologica.es