A finales del mes de marzo, los integrantes del clan Benítez, acusados de armar una “casa del horror” donde abusaron de varias mujeres en Bahía Blanca, paradójicamente, decían tener miedo. Por eso pidieron no quedar alojados en ninguna comisaría. Casi dos meses después, el único que sigue preso es el mayor de los hermanos, Fernando, ahora tiene miedo de que lo violen.
En las últimas horas, Fernando Benítez fue trasladado, a pedido suyo, al pabellón evangélico del penal de Villa Floresta. La medida se tomó después de que, a través de su abogado, diera a conocer que había recibido nuevas intimidaciones por parte de los otros reclusos.
El hombre acusado de los delitos de “privación ilegítima de la libertad, abuso sexual con acceso carnal reiterado y suministro de estupefacientes a título gratuito agravado”, además de “homicidio en grado de tentativa”, buscó así evitar un posible ataque sexual y consideró que en el sector “religioso” de la cárcel recibiría la contención y el apoyo que necesitaba.
Por su parte, la madre del acusado, María Esther Llanos, al igual que su hermano Gonzalo, recuperaron la libertad por “falta de mérito”, aunque seguirán vinculados al proceso mientras dure la investigación.
La casa del horror
Fernando fue el primer detenido y principal sospechoso por el horror que se vivió dentro de su casa de la calle Güemes al 3.700 durante por lo menos dos años. También es el único integrante del clan Benítez que sigue preso.
Su modus operandi era siempre el mismo. Conocía mujeres en el boliche o por las redes sociales, iniciaba una relación y al poco tiempo les proponía mudarse con él. Muchas cayeron en la trampa y declararon haber sido víctimas de tal crueldad que todavía hoy el caso conmociona a la ciudad.
Una de las “novias” que el imputado tuvo cautiva declaró que la drogaba para que no pudiera resistirse y la llegó a violar hasta con un destornillador. Otra de las víctimas, relató que cuando estaba ensangrentada después de sufrir alguna de sus palizas, Fernando llamaba a sus perros para que le mordieran la cabeza.
Todo forma parte de la causa y salió a la luz cuando una de las mujeres logró escapar del encierro, subirse a un micro y llegar hasta la casa de su mamá, donde finalmente se quebró y denunció lo que había soportado.