Las cifras son aterradoras: en Brasil son asesinadas 160 personas por día; o sea, un homicidio cada 9 minutos. La tasa alcanza, en el nivel nacional, a 28,6 por cada 100.000 habitantes. Los datos fueron publicados en el 10º Anuario Brasileño de Seguridad y divulgados en el Foro de Seguridad Pública de Brasil. Indica, también, que en el quinquenio 2011-2015, las muertes violentas totalizaron 278 mil casos, superior a los decesos ocurridos en Siria en el mismo período como consecuencia directa de la guerra.
Lo que ocurre en el territorio brasileño es definido como una “verdadera tragedia” por el director del Foro de Seguridad, Renato Sergio de Lima. Solo que por no haber enfrentamientos entre ejércitos ni bombardeos, el voluminoso número de víctimas brasileñas recibe menos atención mundial y local, según indicó el experto. Es cierto que los datos varían entre los estados provinciales. En algunas regiones, especialmente del nordeste, hay una violencia que supera la media nacional. En el caso de Sergipe, la tasa de homicidios alcanza a 57,3 por cada 100.000 individuos; y en Alagoas (cuya capital es Maceió, un lugar turístico para argentinos) llega a 50,8.
Los estados provinciales del sur y sudeste brasileño son los menos afectados por “esa epidemia de homicidios”. En San Pablo ascienden a 11,7 por cada 100.000 personas que habitan la provincia. En Río de Janeiro, contra toda sospecha, el índice de muertes violentas se redujo en 2015 en relación al año anterior: llegó a 30,3. Con todo, el año pasado llegó a 5.010 personas asesinadas en territorio fluminense, a pesar del enorme dispositivo de seguridad que comenzaba a instalarse en la época en función de las olimpíadas de 2016. En Santa Catarina, otro de los escenarios preferidos por los argentinos para el turismo, el índice es superior al paulista. Llegó a 14 por cada cien mil. El caso de Río de Janeiro, por tratarse del lugar turístico por excelencia, el número de asesinatos es chocante. “El sentimiento de inseguridad de la población es proporcional a la confianza que tienen los narcos sobre su impunidad”, declaró al diario O Globo el profesor de la Universidad Estatal de Río de Janeiro José Augusto Rodrigues. Juzga que la gigantesca crisis financiera del estado fluminense, que dejó de pagar a proveedores y va directo a la bancarrota, crea un ambiente propicio para la proliferación del delito: “Quien está vinculado al narcotráfico cree que la situación les resulta favorable”.
Lo cierto es que los casos de violencia por robos seguidos de homicidios tuvieron un incremento notable una vez que terminó la Olimpíada. Si durante ese período, con el Ejército en las calles y todas las fuerza de seguridad en operaciones directas para inhibir delitos, ocurrieron algunos casos que llamaron la atención internacional; los episodios se multiplicaron cuando tanquetas, soldados y agentes de la Fuerza Nacional abandonaron la vigilancia de la calles por haber terminado la tarea. Tres semanas después de concluidos los juegos olímpicos renunció el secretario de Seguridad fluminense Mariano Beltrame, el hombre que había impuesto las UPP, o sea las núcleos policiales dentro de las favelas que controlaban, y ayudaron a reducir el nivel de criminalidad. A las cifras alevosas de homicidios deben sumarse en la capital carioca aquellas muertes ocurridas por balas perdidas que resultan de los tiroteos en las favelas. Según datos de la policía, nada menos que 846 personas fueron víctimas este año de esa clase de “accidentes”. En lo que va de este mes, hay 72 adultos y niños que resultaron heridos (o muertos) por causa de los enfrentamientos entre narcos y policías en los morros. El caso más reciente, y triste, fue el de una madre que se encontraba en la venta de su departamento con la hijita de dos años. De pronto una bala atravesó el vidrio y fue a impactar en la mujer, que cayó herida y murió mientras la trasladaban al hospital.
Según Sergio de Lima, hay otra realidad preocupante: la cantidad de asesinatos a manos de policías. En 2015, según relató, hubo 3.345 personas ultimadas por agentes; y lo notable es que hubo dos estados provinciales que concentraron los casos. Entre Río y San Pablo se llevaron casi 50% de los homicidios practicados por las fuerzas policiales.
Por: Eleonora Gosman